18 de septiembre de 2023. Hoy hemos amanecido, más o menos, sobrevolando el golfo de Bengala. Aún nos quedaban dos o tres horas de vuelo cuando nos ha despertado una asistente de vuelo con el desayuno —repostería salada, una especie de tarta de manzana y café—.
La noche abordo ha sido bastante tranquila. Prácticamente hemos estado durmiendo desde que terminamos de cenar hasta que nos han dado de desayunar. Tristemente nos hemos perdido el café o té de después de la cena pero Morfeo nos reclamaba.
Era la primera vez que utilizaba una de esas almohadas hinchables para el cuello, y ya se ha convertido algo imprescindible en mi lista de equipaje de mano para los viajes.
Aterrizamos en Singapur
Después de 7h 22′ de vuelo, durante la larga maniobra de acercamiento al aeropuerto de Singapur, hemos ido sobrevolando el estrecho de Malaca —no recuerdo haber visto tanto buque carguero junto en mi vida—, después hemos pasado por encima de Kuala Lumpur para luego pasar a Indonesia, volver a Malasia y, finalmente, aterrizar en Singapur.
Los paisajes que he visto desde la ventanilla del avión no han dejado duda: estábamos en el famoso y manido Sureste Asiático.
Una vez que hemos aterrizado, los mismos trámites de siempre: paso de inmigración —de las fronteras más sencillas y eficientes que he visto en el extranjero—, recogida de equipaje —hemos tenido suerte y nuestras maletas han salido de las primeras— y pelearme con la eSIM de Flexiroam hasta que ha conectado —otra vez culpa de la APN—.
Singapur
Para bajar a la ciudad hemos decidido hacerlo con una combinación de metro y Grab —para ir desde la parada del metro al hotel—.
Hemos llegado al hotel, nos hemos registrado y, como el cuerpo ya no daba para más y el calor y la humedad de fuera eran un castigo, hemos pedido comida —otra vez con Grab, el Uber asiático— para que nos la trajeran a la habitación —¡a mitad de precio gracias al descuento de bienvenida!—.
Después de echar una merecida siesta, hemos valorado la opción de hacer la excursión a Johor Bahru (Malasia) que teníamos en mente y, aunque se había hecho algo tarde, luz verde. Para Malasia que nos hemos ido a pasar la tarde.
Johor Bahru
La verdad es que la razón para ir a Johor Bahru era más de postureo que de interés turístico. Johor Bahru, sin ofender a nadie, no ofrece gran cosa al turista.
Para ir hasta allí hemos ido en metro —dos transbordos y unos 40 minutos de recorrido— y autobús —5 minutos desde la parada del metro hasta la lanzadera— hasta el checkpoint de Singapur. Desde allí hasta el checkpoint de Malasia hemos ido en autobús —la idea era hacerlo en tren pero no se podía comprar el billetes in-situ—.
Como para Malasia no se necesita visado ni formulario de entrada, tan solo hemos presentado el pasaporte y listo, estábamos dentro.
Y bueno, lo dicho, Johor Bahru está bien para hacer como hacen los de Singapur: ir de compras y tomar algo. Después de un par de horas dando vueltas y comprando alguna cosilla, hemos puesto rumbo al hotel.
Cena y vuelta al hotel
Como la vuelta desde Johor Bahru era casi hora y media entre unas cosas y otras, hemos pasado medio viaje pensando en la cena: que si mirar si había algo en la estación de transbordo del metro, que si salir al centro y luego volver al hotel, que si volver a pedir para que lo trajeran a la habitación o, la opción ganadora, cenar en un restaurante chino especializado en barbacoa —¿qué podía salir mal?— que habíamos visto por la tarde casi al lado del hotel y que tenía una pinta espectacular.
El restaurante ha resultado un éxito total. Se pedía todo con el móvil y la comida aparecía mágicamente en nuestra mesa —donde teníamos una especie de parrilla encendida para mantener todo caliente—.
Una vez cenados, hemos entrado en un 7-eleven a comprar el desayuno para mañana —el hotel no da desayuno— y, ahora sí, al hotel a descansar que mañana será un día intenso.
Muy bien Ribagorzanos por el mundo , esperamos más crónica de ser aventureros por globo terráqueo ✈️👏👏👏👏👏