27 de septiembre de 2023. Segundo día en Nueva Zelanda —y desafortunadamente también el último, mañana salimos hacia San Francisco, Estados Unidos—. Hoy ha sido un día bastante intenso.
El cansancio se va acumulando —aunque hay que reconocer que todas las camas a lo largo del viaje han sido súper cómodas y hemos podido dormir plácidamente— pero eso no ha sido excusa para no salir a correr —este alojamiento de Auckland no tiene gimnasio ni piscina ni spa—. La verdad es que ha sido una carrera muy agradable por el puerto y el centro de la ciudad. Como ya pasaba en Sídney, a pesar de ser las siete de la mañana, ya había bastante gente en la calle haciendo deporte —supongo que antes de ir a trabajar—.
Como mañana nuestro vuelo sale a las siete de la mañana, reservamos un hotel al lado del aeropuerto para así poder dormir algo más y estar más relajados. Eso significa que hoy ha tocado cambio de alojamiento.
Paseo por Auckland
Antes de dejar el alojamiento de los dos últimos días, hemos puesto un par de horas en el aparcamiento del coche —por la noche era gratis— y hemos ido a dar una vuelta por la ciudad.
Auckland no es una ciudad turística y realmente no tiene gran atractivo —que no se me ofenda nadie—. Es una ciudad moderna con algún que otro edificio curioso —presumiblemente de la época victoriana, como no— pero poco más.
Eso sí, si tu objetivo es hacer compras en tiendas caras, puedes incluir Auckland en una lista de ciudades a visitar. Yo me he conformado con comprar un libro sobre la gramática del mahorí —la colección crece de nuevo—.
Visita a Piha beach
Una vez hecho el check-out y todo metido en el coche, nos hemos ido a la costa oeste, en concreto a Piha beach. El trayecto ha durado poco menos de una hora, primero por zona urbana y luego ya, de nuevo, rodeados de naturaleza. Para llegar hasta allí hemos atravesado el parque regional del Waitakere ranges.
La playa de Piha es simplemente espectacular. Soplaba un fuerte viento y frío que nos ha obligado a ponernos hasta tres capas de ropa. Aún así, ha merecido la pena. Pasear por esa enorme playa con sus acantilados es impresionante.
El mar estaba embravecido —o al menos eso me ha parecido a mí, a lo mejor un lugareño diría que estaba en calma— y rugía que daba miedo. Las olas rompían en la costa salpicando agua a varios metros de altura. Todo un espectáculo.
Paseando por la playa nos ha dado la hora de comer así que hemos evaluado nuestras posibilidades. Piha es un pueblo pequeño en temporada baja —en verano debe ser un hervidero de gente— y solo había un local abierto —o eso decía Google maps—. Lo bueno de tener solo una opción es que no te puedes equivocar.
El local era una especie de ultramarino donde vendían un poco de todo. Tenía comida lista para comer, tartas y un café excelente. De nuevo todo un éxito.
Completando tareas logísticas
Después de comer hemos ido a un centro comercial a medio camino del aeropuerto con la esperanza de encontrar productos de lana merina a mejor precio que en Auckland. No ha habido suerte. Tampoco en otro centro comercial al que hemos ido después.
Hemos visto que en la terminal internacional —en la parte pública— había una tienda especializada en lana merina —o merino, es lo mismo y, curiosamente, con origen en la península ibérica— y hemos decidido ir cuando devolviéramos el coche.
Siguiente tarea: hacer el check-in en el hotel al lado del aeropuerto. Fácil y sencillo. Hemos dejado las maletas, descansado un poco y para el aeropuerto a devolver el coche. Eso sí, antes de devolver el coche, otra tarea: llenar el depósito del coche —la gasolina aquí está a 1,68 € el litro, como en España ahora mismo incluso algo más barata aquí—.
En la gasolinera hemos tenido el dudoso honor de estar un buen rato viendo como rellenan los tanques con el camión cisterna. Esto nos ha permitido comprobar la paciencia que tienen los neozelandeses. Simplemente esperan y listo, nada de miraditas, bufidos o pitos.
Ya con el depósito del coche lleno —el contrato era del tipo full-full—, hemos ido al aeropuerto a devolver el coche. Ha sido un trayecto de apenas cinco minutos sin mayores complicaciones. El proceso de devolución ha sido tan sencillo como aparcarlo donde lo pillamos el otro día y dejar las llaves a la persona del mostrador.
Una vez devuelto el coche, ahora sí, hemos ido a la tienda de productos de lana merina. Sorpresa agradable. Los precios estaban igual que en la ciudad —solo recuerdo un caso parecido en el aeropuerto de Narita, Japón—. Ni hemos perdido ni hemos ganado.
Con las compras hechas, y ya que estábamos por el aeropuerto con unos cuantos restaurantes disponibles, hemos decidido cenar allí y así, después, ya poder ir directamente al hotel.
Ya cenados y con todas las tareas terminadas, hemos pillado un Uber y nos hemos ido al hotel a terminar de preparar todo y a descansar que mañana será, literalmente, el día más largo de nuestra vida.