Viaje a Argentina — Día 8

4 de noviembre de 2024. Hoy nos hemos levantado tan pronto que casi no le damos tiempo al día a empezar. A las 1:15 todos en pie. Nuestro vuelo salía a las 5:00, pero entre dejar el hotel, solicitar el Uber y llegar al aeropuerto —está bastante lejos del centro—, íbamos a necesitar bastante tiempo. A pesar de estos “inconvenientes”, el día ha merecido mucho la pena.

Por supuesto, un día más hemos perdido el desayuno del hotel. Al menos esta vez ya lo sabíamos. Ni se nos pasó por la cabeza preguntar si nos podían preparar alguna especie de pícnic.

Vuelo a El Calafate

Pensábamos que el trayecto al aeropuerto nos iba a llevar casi una hora, pero al final hemos ido mucho más rápido de lo esperado. Cuando ayer consultamos Google Maps teníamos activada la opción de evitar los peajes —siempre la tengo activada por defecto—, pero resulta que hemos ido por autopista en casi la mitad de tiempo.

Esta vez el vuelo salía de Ezeiza —oficialmente Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini—, de la parte doméstica. No me imaginaba que esta parte iba a ser tan cutre. No solo no hemos tenido acceso a ningún lounge, sino que los precios, de nuevo, eran disparatados. Como hemos llegado bastante pronto hemos tenido sitio para sentarnos, incluso hemos podido elegir, pero conforme avanzaba la madrugada los asientos cotizaban caro.

Poco a poco el tiempo ha ido pasando y se ha hecho la hora de embarcar. No sé muy bien por qué, pero al final hemos salido con retraso a pesar de que el embarque se ha hecho en hora.

Del vuelo poco puedo decir, he dormido durante gran parte del viaje. Tan solo he visto la parte más importante del vuelo: el aterrizaje. Conforme íbamos descendiendo estaba claro que habíamos dejado atrás el norte. Ahora veíamos más relieve y menos grandes ríos. Eso sí, la densidad de población no parecía variar: en decenas de kilómetros a la redonda no se veía ni una sola casa. También he visto las primeras cimas nevadas. Sin lugar a dudas estábamos llegando al sur.

Nada más aterrizar, broma

Hemos llegado al aeropuerto de El Calafate con retraso, pero el vuelo no sería lo único que nos iba a retrasar hoy. En la oficina de alquiler de coches nos esperaba una broma pesada.

Ya tenía alquilado un coche para estos dos días en El Calafate, solo había que ir a la oficina a recogerlo y listo. Pues bien, Herz tenía otra opinión sobre esto.

Lo primero que no he entendido es que hemos tenido que presentar el carnet de conducir español y no el internacional —el tiempo y dinero invertido en conseguirlo parece que no ha servido para nada—, pero vamos, eso no era problema. Lo segundo sí ha sido un problema. A pesar de que en la reserva ponía que admitía tarjetas Visa para el depósito sin ninguna excepción, no han querido admitir la mía; decían que era un banco virtual. A pesar de acreditarles que eso no era así, en su impresionante proceso de documentación basado en una consulta a Gemini —IA de Google— había dado como resultado lo contrario. Después de un buen rato “discutiendo”, por suerte, la madre de mi mujer llevaba otra tarjeta de crédito que sí han tenido a bien aceptarla.

Cuando ya estaba todo firmado y hemos salido a recoger el coche ha llegado la tercera broma. Nos habían dicho que nos hacían un upgrade porque no tenían coches de la categoría que había contratado. Parecía algo bueno hasta que ha aparecido con una camioneta de las del maletero descubierto; bueno, con una tela tapándolo. Me he negado a aceptarlo. Yo diría que el trabajador de Herz se ha acordado de parte de mi familia a juzgar por su cara. No me parecía nada seguro dejar en ese coche nuestro equipaje, y más aún cuando él mismo nos ha dicho que mejor dejar el equipaje dentro del coche; donde aún se veía más nuestro equipaje. Por arte de magia ha habido disponibilidad —había coches suyos por todas partes— y nos han dado el coche que había contratado.

Parque nacional Los Glaciares

Tras todo el lío del coche de alquiler, por fin hemos puesto rumbo al parque nacional Los Glaciares, donde se encuentra el mundialmente conocido glaciar Perito Moreno.

No hay duda de cuando uno entra en el parque nacional Los Glaciares. Lo primero que tienes que hacer es pagar la entrada. Aparcas, entras en la oficina, pagas —unos 30 € por persona, otra barbaridad más— y continúas.

Desde la entrada al parque hasta el aparcamiento del Perito Moreno hay un buen rato. Son unos 30 km pero de carretera sinuosa. Además, como es lógico, hay que ir bastante lento para prevenir accidentes con la fauna local; de hecho, nada más entrar hemos visto una preciosa y enorme liebre.

Perito Moreno

Para visitar el Perito Moreno hay una serie de pasarelas de diferentes grados de dificultad. Nosotros hemos hecho las dos más sencillas que son, por suerte, las que mejores vistas tienen.

Aunque son lugares totalmente diferentes, no he podido dejar de hacer la comparación con Islandia. Tal vez si hubiera visitado este lugar antes de haber ido a Islandia me hubiera impresionado más. No quiero decir que el Perito Moreno no sea impresionante, todo lo contrario, pero si lo comparo con lo visto en Islandia se me ha quedado algo corto; o tal vez es que me esperaba más debido a su fama, los prejuicios siempre son malos.

Lo que sí me ha dejado impresionado ha sido el paisaje. Todo el entorno del Lago Argentino, donde el Perito Moreno vierte sus aguas, es maravilloso. Existe la opción de hacer una pequeña navegación por el lago e ir frente al glaciar, pero al ver la salvajada que era el precio y que tampoco nos llamaba mucho la atención, la decisión ha sido sencilla; ya habrá tiempo de pagar precios exorbitados en otras atracciones turísticas.

Vuelta a El Calafate

Después de comer y de dar una pequeña vuelta por la tienda del centro de visitantes, hemos puesto rumbo al hotel.

Ya fuera del parque nacional, nos hemos desviado un poco para visitar, a orillas del Lago Argentino, el pequeño pueblo de Puerto Bandera. Si existiera el Paraíso seguro que sería algo parecido al paisaje desde Puerto Bandera: grandes montañas con las cimas nevadas uniéndose en un hermoso lago con aguas color turquesa; solo sobraba el terrible viento que soplaba.

El día ha sido bastante intenso: madrugón, vuelo, varias horas de coche y caminata por las pasarelas. Hemos llegado al hotel, a duras penas hemos cenado, y a descansar.

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