9 de noviembre de 2024. Último día en Ushuaia. Ha amanecido lloviendo y así ha estado intermitentemente hasta después de comer. Aunque para hoy no teníamos nada planificado, al final hemos visitado un museo bastante interesante.
Tras desayunar y recoger todo, hemos dejado las habitaciones. Aunque en el hotel nos guardaban las maletas, hemos preferido dejarlo todo en el maletero del coche para ser más ágiles.
Último paseo por Ushuaia
La lluvia era ligera e intermitente, así que hemos ido a dar un último paseo.
En la primera parte de nuestro paseo, la lluvia nos ha respetado y hemos podido ver la plaza Islas Malvinas —estoy acabando bastante saturado de ver las Malvinas por todos los lados a todas horas— donde se homenajean a los muertos —argentinos— en el conflicto entre Reino Unido y Argentina por la soberanía de las Islas Malvinas. Han caído cuatro gotas, pero el tiempo nos ha respetado un poco más y hemos podido ir al famoso cartel —de los que ya hay en casi cualquier ciudad turística— donde pone Ushuaia; como no, la gente se agolpaba para hacerse fotos con ese trozo de metal.
Hasta ahí el “buen tiempo”. Conforme íbamos paseando por el paseo marítimo, la lluvia no solo ha vuelto a aparecer, sino que ha ido arreciando hasta que hemos tomado la decisión de ir a tomar un café hasta la hora de ir a comer. Parar a tomar un café siempre es una buena opción, lo único que por estas tierras, acostumbrados a los precios de España, escuece un poco.
Última comida en Ushuaia
Queríamos hacer la última comida en Ushuaia en algún sitio agradable, y yo diría que lo hemos logrado. No recuerdo el nombre del restaurante, aunque, como no, estaba en la calle San Martín; ha estado muy bien.
He elegido milanesa y he vuelto a pensar lo mismo: el primer día en Buenos Aires fue un timo. La milanesa que comí el primer día casi me dejó con hambre, en cambio, hoy no he podido terminar el plato. Hacía muchísimo tiempo que no me dejaba comida en el plato; de hecho no recordaba la última vez porque si algún día no puedo más me lo llevo a casa, opción que hoy no era viable.
Últimos museos en Ushuaia
En la lista de cosas que hacer en Ushuaia, teníamos visitar el Museo del Fin del Mundo, pero curiosamente abría a las 13:00; por eso por la mañana simplemente hemos paseado.
El museo está dividido en dos edificios históricos: casa del antiguo gobierno y la antigua sede del Banco de la Nación Argentina. Ambos contenían una exposición pequeña, pero muy interesante. La primera era sobre la formación de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur y su gobierno, y, la segunda, era un conjunto de exposiciones sobre distintas temáticas relacionadas con la provincia.
Vuelta a Buenos Aires
De camino al aeropuerto teníamos que echar gasolina para devolver el depósito lleno. Al llegar a una supuesta gasolinera de YPF, sorpresa: ya no existía. No entiendo como una empresa como YPF no se molesta ni siquiera en actualizar su red de gasolineras en Google Maps.
Hemos ido a otra gasolinera y, de nuevo, otro ejemplo de ineficiencia que no alcanzo a entender: no dejaban repostar pasando la manguera por encima del coche —por tener el depósito al lado contrario al del surtidor— ni dejaban estacionar el coche en dirección contraria. Resultado: dos surtidores vacíos y el otro con una fila de coches esperando para repostar; para colmo, había un cuarto surtidor averiado.
Tras perder casi media hora en repostar, hemos llegado al aeropuerto. Por suerte, la devolución se ha hecho sin mayores problemas.
Vuelo a Buenos Aires
Ya en el aeropuerto, hemos pasado el control de seguridad y hemos esperado en la sala VIP W Lounge Ushuaia. Si en El Calafate la sala VIP me pareció pequeña, esta era una caja de cerillas, además de tener muy pocos servicios.
Cuando he consultado el vuelo precedente del avión que nos iba a llevar a Buenos Aires, he visto que íbamos a salir con retraso. A los pocos minutos lo han anunciado en las pantallas. Al final hemos llegado con algo menos de media hora de retraso. El vuelo, aunque tranquilo, ha sido una auténtica sauna. A pesar de pedir a los asistentes de vuelo que si podían bajar algo la temperatura, no ha habido, aparentemente, ningún cambio.
De nuevo en Buenos Aires
De nuevo otra muestra más de la falta de civismo: el taxista —contratado a través de Uber— que nos ha llevado al hotel ha demostrado una falta total de profesionalidad conduciendo como un demente. En ese momento no nos podíamos imaginar que la forma de conducir del taxista iba a ser una mera anécdota comparado con lo que nos esperaba en el hotel.
“Picaresca” a altas horas de la noche
Al entrar en el hotel, el recepcionista nos ha preguntado: ¿habéis confirmado la reserva? Nos hemos quedado un poco ppillados. ¿Como que si hemos confirmado la reserva? He preguntado. El recepcionista ha insistido en la pregunta. Le he dicho que tenía la confirmación de nuestro proveedor —el mismo que la semana pasada—, además de haber dejado las maletas la semana pasada porque volvíamos hoy y, obviamente, teníamos otra reserva.
Al poco de continuar con la conversación y entrar en bucle, se ha visto claramente que era un juego de trileros y que quería sacarse un dinero extra. Todo era mentira, por supuesto. Ha ido cambiando de excusas para no darnos nuestras habitaciones; habitaciones ya pagadas.
La última excusa que ha puesto es que no había entrado nuestra reserva en su sistema; después de decir primero que no había habitaciones, luego que no habíamos confirmado la reserva, luego que habíamos llegado tarde, luego que no tenía constancia de nuestra reserva a pesar de estar mostrándole la confirmación y estar ya pagada, etc. Todo ha empezado a cambiar cuando le he dicho que no había problema, que llamaba en ese mismo momento a mi proveedor. He llamado.
Mientras estaba intentando contactar con el proveedor, de pronto, todo se solucionaba si le enviaba por correo la misma confirmación que le había mostrado en el móvil. Ridículo. Se la he enviado y, por arte de magia, ya teníamos habitaciones. Ridículo y lamentable. En Argentina hay que andarse con cuidado con este tipo de cosas.
Entre el retraso del vuelo y el espectáculo lamentable del recepcionista, hemos entrado a la habitación casi a las dos de la mañana.