Viaje a Argentina — Día 11

7 de noviembre de 2024. Si hay un denominador común en este viaje, este, sin duda, es la exuberante naturaleza; Ushuaia, por supuesto, no es una excepción. Hoy ha sido, de nuevo, una buena muestra de ello.

El día ha amanecido algo nublado, pero en principio no se esperaban lluvias. Aunque sabíamos que el día no iba a ser soleado, decidimos hacer esta excursión hoy en vez de ayer porque la navegación por el canal Beagle nos parecía mejor con sol y cielo azul. Desde la sala del desayuno hemos visto que la nieve en las montañas había retrocedido, pero aún quedaba bastante.

Después de desayunar y volver a cambiar algo de efectivo —de nuevo al mismo hotel—, hemos cogido el coche y hemos puesto rumbo al parque nacional Tierra del Fuego.

Parque nacional Tierra del Fuego

De nuevo en un parque nacional, y de nuevo un precio desorbitado: 40.000 pesos argentinos, es decir, algo más de 37 € por persona. No paramos de preguntarnos que qué pasaría en España si tuviéramos esas tarifas para acceder, por ejemplo, a Ordesa y Monte Perdido. Es cierto que en los parques que hemos visitado estaba todo muy cuidado y con una especial sensibilización hacia las personas con discapacidad: senderos accesibles —sin destrozar la naturaleza—, audioguías, videos explicativos en lengua de signos, etc.

El parque nacional Tierra del Fuego está a escasos kilómetros al oeste de Ushuaia. Algo que nos ha sorprendido muchísimo es que para llegar allí la carretera estaba sin asfaltar; y eso que es la famosa ruta 3 —final de la carretera Panamericana que une Alaska con Ushuaia— que atraviesa todo el país y comunica directamente Ushuaia con Buenos Aires.

Senderos

Algo que nos ha gustado mucho es que el parque está lleno de senderos perfectamente señalizados y con toda la información técnica al comienzo de los mismos. Cada sendero lleva a algún punto de interés, si bien los senderos en sí ya son más que interesantes.

El primer sendero —o senda— que hemos hecho ha sido el de la Laguna Negra. Era un sendero de apenas 500 metros a través del cual, entre un magnífico bosque, llegabas a la Laguna Negra. El sendero estaba en perfectas condiciones y no presentaba ninguna dificultad. Al llegar a la laguna había instalado un mirador para apreciarla mejor.

De nuevo en el coche, hemos continuado nuestro trayecto hasta el final de la ruta 3 en la bahía Lapataia. Al llegar hemos coincidido con un grupo de moteros que parecía que acababan de completar algún objetivo vital. Siempre es bueno tener objetivos en la vida.

De nuevo un ejemplo de la sensibilización hacia la inclusión de personas con discapacidad. Para acceder al mirador de la bahía Lapataia han construido una pasarela —sin destrozar la naturaleza— que permite llegar hasta él sin sufrir las dificultades del terreno.

Nosotros, además de hacer la pasarela, hemos hecho el sendero de la baliza. Era un sendero de algo más de un kilómetro que llevaba hasta la baliza que marca el fin del parque que se puede visitar. Más allá de ese punto, el parque estaba totalmente cerrado a los humanos para preservarlo; me ha parecido una idea brillante. Al llegar a la baliza, uno queda rendido ante el paisaje: montañas nevadas de hasta 1100 metros, una bahía con el agua totalmente en calma y transparente, el sonido del viento y de los pájaros… Hemos aprovechado este lugar privilegiado para reponer algo de fuerzas sentados frente a la orilla.

Hora de comer

Una cosa que sí he echado en falta era alguna zona de pícnic. Llevábamos nuestra propia comida y hemos acabado comiendo en un banco en el centro de visitantes. Entiendo que probablemente es más una cuestión de preservación de la naturaleza que de dejadez; de hecho, había carteles que comunicaban que no había papeleras en el parque para evitar que los animales acudieran a ellas.

Antes de llegar al centro de visitantes hemos hecho una pequeña parada para hacer un mini sendero de apenas 200 metros para ir a ver una castorera.

Los castores fueron introducidos a mediados del siglo pasado con fines peleteros y rápidamente se convirtieron en un gran problema, causando graves daños en los bosques. Actualmente, están controlados, pero sus efectos son evidentes: grandes extensiones de bosque con árboles secos debido a que los diques que construyen los castores dejan a los árboles secos.

En el centro de visitantes había todo lo que necesitábamos: calefacción, baños, restaurante, etc. Además de una tienda y un centro de interpretación.

Más senderos

Desde el centro de interpretación se podía llegar en coche al lago Acigami; también llamado lago Roca. Desde allí parten dos senderos: uno hacia el hito XXIV que marca la frontera con Chile, y otro que lleva a lo alto del cerro Guanaco.

En principio solo hemos ido a esa zona para admirar el lago desde el mirador, pero estando allí he empezado a pensar en la posibilidad de hacer el sendero del hito XXIV. Eran 4 km —8 km ida y vuelta— de dificultad media con una estimación de 4 horas para hacer todo el recorrido según el cartel. Echando cálculos, he pensado que si lo hacía corriendo podría bajar bastante ese tiempo. Así lo he hecho. He ido y vuelto en poco más de una hora y cuarto.

Efectivamente, el sendero tenía cierta dificultad y no he podido ir corriendo todo el rato, pero desde luego ha merecido muchísimo la pena. El recorrido era espectacular: todo el rato con el lago al lado corriendo por el bosque. El hito no ha resultado ser nada especial, simplemente era una especie de pirámide de hierro con un cartel que advertía del límite fronterizo y de la prohibición de pasar. He pasado unos 20 metros. Se podría decir que durante unos minutos he sido ilegal en Chile.

Ya en nuestro camino de salida del parque hemos hecho dos pequeñas paradas más: la primera en la Ensenada Zaratiegui, y, la segunda —frustrada—, para ir a la catarata del río Pipo.

Lo más curioso de la Ensenada Zaratiegui es que allí se encontraba —el edificio aún sigue ahí— una oficina postal para poder hacer envíos desde “el fin del mundo”. De ahí también salen algunos senderos, pero ya no había muchas más ganas de caminar. Aun así, en nuestra segunda parada, la idea era la de ir andando hasta la catarata del río Pipo. Hemos salido del coche, pero se ha puesto a llover. Ha sido la excusa perfecta para no hacer el último sendero del día. Realmente llevábamos bastantes kilómetros; yo, de hecho, ya rozaba los 20 km.

Vuelta a Ushuaia

Al volver a Ushuaia, poco más. Hemos ido a comprar algo de cenar y a descansar, ha sido un día bastante exigente pero muy bonito.

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