6 de noviembre de 2024. Mar y montaña. Hoy hemos comenzado el día en el mar y hemos acabado en la montaña con nieve. En pocos lugares se puede hacer eso sin apenas moverse de la ciudad, además de en Ushuaia.
Nuevo hotel y nuevo desayuno. No ha estado nada mal, pero, sin duda, lo mejor del desayuno en este hotel son las vistas desde el comedor. Situado en la última planta del edificio, desde allí tenemos unas impresionantes vistas —casi de 360°— de Ushuaia y del canal Beagle. Por si fuera poco, hoy por la noche ha nevado a muy baja cota y el día ha amanecido, más o menos, despejado; bueno, justo al amanecer —amanece sobre las 5:30— aún caían algunas gotas.
Canal Beagle
Después de desayunar y de cambiar dinero —en un hotel asociado con el nuestro—, hemos ido directos al muelle turístico. En el paseo hasta allí ya se podía intuir que iba a ser una mañana espectacular: cielo azul con alguna nube blanca y montañas cuajadas de nieve. Al bajar hasta el paseo marítimo ha empezado la magia: por un lado, teníamos el canal con las montañas de Chile nevadas y, por otro, los Andes fueguinos detrás de Ushuaia con la nieve de la noche aún intacta en los árboles.
Tras un “incidente” que aún sigo sin entender a la hora de canjear nuestros vouchers, nos han emitido los billetes y hemos podido embarcar; como empieza a ser habitual en este país, los problemas aparecen y desaparecen “solos”. A los pocos minutos hemos zarpado.
En cuanto nos han permitido levantarnos y salir al exterior, he sido de los primeros en hacerlo. Las vistas desde la popa eran magníficas. Poco a poco Ushuaia se iba haciendo más pequeñita y el frío en las manos más grande.
Cuando ayer compramos la excursión, como había tantas opciones, al final ya no recordábamos exactamente cuál era el recorrido. Gracias a ello, ha sido una sorpresa cuando hemos sabido que íbamos a desembarcar en las islas Bridges.
Islas Bridges
Por casualidad —a veces uno está en el momento y lugar adecuado— he bajado a las islas Bridges el segundo de todo el barco. Gracias a ello he podido recorrer el sendero hasta el mirador sin la molestia de las demás personas; que harto estoy de ver “sesiones de fotos” en las que lo de menos es lo que hay detrás de la persona…
La isla en la que hemos desembarcado era pequeñita, pero tenía un mirador con unas vistas privilegiadas de Ushuaia, el canal Beagle y los Andes fueguinos. Poco más se puede pedir.
Sin apenas sentir las manos por el frío, antes de volver a subir al barco, he dado un pequeño paseo por la playa; parece que nadie se animaba hasta que he ido yo. Era una playa de piedras totalmente erosionadas por el agua con multitud de restos de conchas destrozadas. Deben formarse buenas tormentas por aquí.
De nuevo en el barco hemos puesto rumbo a los siguientes dos puntos.
Isla de los pájaros y faro de Les Éclaireurs
Al volver al barco y retomar la marcha nos han dicho que teníamos unos 20 minutos hasta la siguiente parada. No he sido capaz de ir a sentarme. He estado todo el rato en popa maravillado por la navegación. No todos los días navega uno en un canal que separa Argentina y Chile con la ciudad más austral del planeta y los Andes como testigos. Por si fuera poco, ha hecho una hermosa mañana de primavera —austral— llena de luz.
La isla de los pájaros es, básicamente, un islote enano donde se apiñan cientos de cormoranes. Desde lejos llegas a confundirlos con pingüinos, pero ya nos han comentado que ahora mismo solo hay pingüinos en una pequeña colonia en una isla bastante alejada a la que no íbamos a llegar.
Donde si hemos llegado ha sido al islote Les Éclaireurs donde se encuentra el famoso faro del mismo nombre. En este islote, además del bonito faro centenario, también había una importante colonia de cormoranes y de leones marinos. Las aves están bien, pero es ver a un mamífero y ya es otra cosa. Me ha recordado a la colonia de San Francisco, pero con la salvedad de que aquí no hay focas.
Tras un buen rato en el que el capitán del barco nos ha brindado una observación desde casi todos los puntos posibles y, en ocasiones, acercándonos a escasos metros, hemos vuelto a toda máquina al puerto. Ahí sí que he aprovechado para entrar dentro del barco y descansar. Afuera hacía demasiado viento y el barco se movía mucho.
Comida y descanso
El reloj ya marcaba las 12 pasadas y la tripa lo sabía, era hora de ir a comer. Como ayer vimos que en la calle San Martín había restaurantes por todas partes, hemos ido directos allí. Bueno, directos previo paso por la oficina de turismo a recoger información y, sobre todo, a sellar el pasaporte con sus sellos especiales.
Andando por la calle San Martín hemos encontrado una cafetería-restaurante con buena pinta y precios razonables. Ha resultado ser todo un acierto. Calidad y cantidad a buen precio. Casi tengo que salir rodando.
Aprovechando que tenemos el hotel en el centro, hemos ido a descansar un rato antes de ir a por la segunda parte del día.
Glaciar Martial
Después de una mañana en el mar, ahora tocaba montaña. Nos hemos montado en el coche y hemos ido directos a los montes Martial para llegar a la antigua estación de esquí Glaciar Martial; a pocos kilómetros de Ushuaia y que está en proceso de reapertura para volver a ser la estación de esquí más austral del mundo.
Desde el aparcamiento salen varios senderos que te llevan hasta el mismo glaciar. Yo he hecho una pequeña caminata de menos de una hora hasta el observatorio del glaciar. A partir de ese punto el sendero era no patrullado y había demasiada nieve. Además, ya era más de media tarde y me estaban esperando abajo. La subida ha sido por el sendero a través del bosque nevado. La pendiente era algo exigente, pero, sin duda, ha merecido la pena. La bajada la he hecho por la pista de esquí. Como el terreno estaba bastante bien, he bajado, literalmente, corriendo con el canal Beagle de fondo en todo momento. Espectacular.
Cuando he llegado abajo hemos ido a tomar un café en la tetería. Era un local muy agradable, aunque no era genuino. Aun así, hemos disfrutado del café y, sobre todo, del calorcito; aunque yo en realidad estaba bien sudado de mi mini excursión al glaciar.
Fin de día
Aquí los días ahora duran hasta las nueve de la noche —he ganado más de 2 horas de luz en comparación con Cataratas—, por lo que invita a irte más tarde al hotel. Con las últimas horas de luz del día, hemos aprovechado para ir al supermercado dando un agradable paseo. De camino hemos entrado en una librería donde, seguro, estos días compraremos unos cuantos libros.
Al salir del supermercado ya estaba anocheciendo. Al llegar al hotel hemos cenado y a descansar, que mañana, de nuevo, hay excursión.