20 de diciembre de 2024. Primer día en Tromsø. Una de las principales razones por las que venir aquí es, sin duda, la posibilidad de ver las auroras boreales; de hecho, a Tromsø se le conoce como la “capital noruega de las auroras”. Para que este espectáculo de la naturaleza suceda tienen que darse varios factores, entre los que se encuentran: actividad solar, oscuridad y cielos despejados. Pues bien, después de pasarme semanas viendo auroras en las webcams, parece ser que estos días va a estar nublado y va a ser bastante complicado poder verlas.
Para bien o para mal, no es que tenga muchos problemas de los que preocuparme por las noches, por lo que suelo dormir como un lirón. La cosa cambia cuando estoy esperando algo con muchas ganas: algún viaje, alguna competición deportiva, etc. Pues bien, esta noche no he parado de soñar que veíamos auroras boreales y, de hecho, me he levantado varias veces para mirar por la ventana por si acaso. No ha habido suerte.
Mientras desayunábamos hemos estado echando cálculos para ver si era viable el plan inicial de ir a Sommarøy, ya que teníamos que cuadrarlo con la visita guiada en Tromsø a las 14:00 y, sobre todo, con las escasas horas de crepúsculo civil que hay —poco más de cuatro—; el sol hace semanas que dejó de verse en estas tierras.
Excursión a Sommarøy
Aún de noche cerrada, nos hemos subido en el coche y hemos puesto rumbo a Sommarøy, una pequeña localidad a una hora en coche al oeste de Tromsø. Tengo que reconocer que, hasta que empecé con la preparación del viaje, nunca había oído hablar de Sommarøy, pero parece ser que es un sitio bastante popular, sobre todo en verano.
Conduciendo por Noruega
El tráfico en Noruega me recuerda al de Nueva Zelanda o al de Canadá: la gente es muy amable, conduce tranquilamente y, sobre todo, respeta el código de circulación. Es bastante agradable. Además, las carreteras, aunque con nieve y hielo, están en buenas condiciones. Tal vez lo más complicado de conducir por aquí en estas condiciones es que no ves las señales del suelo, y no sabes dónde está tu carril o si hay un paso de peatones o un ceda el paso; es cierto que en muchos casos hay señales verticales para ello, y que en todas las carreteras hay balizas reflectantes que indican el límite de la vía.
Ayer en el aeropuerto, cuando recogimos el coche, había una nota informativa de la policía dando consejos sobre cómo conducir en condiciones invernales: no parar en mitad de la carretera, tener en cuenta que los tiempos de frenado son mayores, no fiarse de las aplicaciones de GPS, etc. Por supuesto, los coches están preparados para conducir en nieve; los neumáticos son como los del coche que alquilamos en Ushuaia: con clavos.
Sommarøy
Tras algo más de una hora conduciendo bajo la luz de la luna, hemos llegado a Sommarøy. Lo primero que hemos hecho ha sido ir a recargar el coche. Aún era noche y poco más se podía hacer.
A día de hoy, si bien los coches eléctricos cada vez tienen más autonomía, la forma de gestionarla es algo distinto a lo que estamos acostumbrados con los coches de combustión: la idea básica sería que siempre que puedas darle una pequeña recarga, hazlo. Por ejemplo, nosotros hemos aprovechado la visita a un supermercado para darle una recarga y así tenerlo listo para la vuelta.
Después de salir del supermercado —único de la zona— hemos aprovechado para dar una vuelta por el pueblo mientras “amanecía”. Conforme entrábamos en el periodo de crepúsculo civil —algo parecido a un muy largo amanecer, pero sin llegar a haber rayos de luz ni apenas cambios de color en el cielo—, hemos ido descubriendo el espectacular entorno de Sommarøy.
A estas alturas del año, Sommarøy pierde uno de sus principales atractivos: sus pequeñas playas de arena blanca. No es que desaparezcan, claro, pero a varios grados bajo cero son difíciles de disfrutar; aún más si sopla el viento. Eso sí, en invierno —astronómicamente hablando empieza mañana— el paisaje es espectacular: altas montañas nevadas que se hunden en el mar de Noruega con la costa salpicada con idílicas casitas de vivos colores.
Regreso a Tromsø
Conduciendo de vuelta a Tromsø hemos descubierto un paisaje literalmente nuevo para nosotros. A la ida apenas hemos podido intuir las montañas que nos rodeaban y hasta hemos llegado a dudar de si algunos llanos eran tierra firme o mar congelado. Con la claridad del crepúsculo el espectáculo estaba servido. ¡Qué pena no poder parar a cada paso para hacer fotografías! Al menos hemos podido ir grabando algún que otro vídeo.
Inexorablemente, y a pesar de ser poco más de mediodía, ha empezado a anochecer. Justo nos ha venido para hacer la única parada que teníamos prevista antes de llegar a Tromsø: Ersfjorden.
Si piensas en un fiordo noruego, probablemente te imagines algo como el Ersfjorden: altísimas montañas que descienden rápidamente hasta llegar a una estrecha lengua de mar. En nuestro caso, además, todo estaba nevado, lo que confería un aspecto mucho más inhóspito al paisaje. Espectacular.
Visita guiada y tarde por Tromsø
Con el tiempo justo para aparcar y comer algo rápidamente, hemos llegado a Tromsø para hacer una visita guiada a la ciudad: el típico tour sin precio fijo basado en propinas.
El paseo ha durado algo más de dos horas y ha estado realmente bien. Hemos recorrido la calle principal, el viejo Tromsø, el puerto, etc. mientras nuestro guía nos iba contando cosas sobre la historia y cultura de la ciudad.
Una vez que hemos terminado la visita, hemos entrado a alguna tienda a ver si había algo que mereciera la pena comprar como recuerdo. Una de las tiendas era sami y se suponía que al menos el 50% de las cosas que vendían eran hechas por ellos. No lo dudo, pero casi todo iba en la línea de los típicos recuerdos del turismo de masas: abrebotellas, tazas, imanes, etc. No me ha gustado nada, en el más amplio sentido de la palabra.
Aprovechando la recomendación del guía de la visita guiada, hemos ido a tomar un café y un bollo de canela a una icónica cafetería al lado del puerto: el Kaffebønna. Según nos ha contado el guía, el fundador de esa cafetería es un hombre natural de Tromsø que, al no triunfar en la música en Reino Unido, decidió ponerse a vender café a su vuelta a casa. No le salió mal el negocio y, a día de hoy, no solo tiene varias cafeterías, sino que ha diversificado el negocio dentro del sector hostelero. Dinero llama a dinero, ya se sabe. Sea como fuere, el café estaba muy bueno, y el bollo de canela, sin ser el mejor que he probado, no estaba nada mal.
Terminando el día
Poco antes de las seis de la tarde, cuando ya llevábamos un rato relamiéndonos del café y del bollo, nos han dicho que cerraban la cafetería. Ha sido una pena porque habíamos conseguido un buen sitio con vistas a la calle, y estábamos disfrutando del ir y venir de la gente.
Con las tiendas, museos y cafeterías cerradas, hemos decidido comprar la cena e irnos al alojamiento a cenar y descansar.