Semana Santa en Euskal Herria — Día 2

Playa de Getaria
Playa de Getaria

29 de marzo de 2024. Tras un sueño reparador —la cama es realmente cómoda y el alojamiento muy silencioso—, hemos empezado un nuevo día.

Hoy el plan era visitar el museo Cristóbal Balenciaga, en Getaria (País Vasco). Como habíamos reservado la visita guiada a las 17:00, teníamos toda la mañana libre para ir yendo poco a poco. Así lo hemos hecho.

Por supuesto, antes de nada, hemos bajado a desayunar. Ayer la mujer nos preguntó a qué hora queríamos desayunar, aunque nos “sugirió” a las 8:30 porque los otros huéspedes habían dicho a esa hora —para mí, acostumbrado a desayunar a las 6:15 todos los días, es muy tarde, pero bueno, que le vamos a hacer—.

Comienza el día

Desayuno en Chalbonia
Desayuno

Espectacular. Sencillo, pero de buena calidad y abundante. Así ha sido el desayuno. Era tipo continental. Al bajar al salón la mujer ya nos tenía preparado: dos croissants, dos medias baguettes —una normal y otra integral recién traídas de la panadería—, un yogur de la zona, zumo de naranja recién exprimido, café, leche, mermeladas y mantequilla. No sabría decir qué estaba mejor. Cada cosa que he ido probando era una delicia.

Mención aparte merece el salón donde hemos desayunado. Un ambiente muy agradable, muy bien decorado y tremendamente acogedor. Es otra cosa buena más que tienen las chambres d’hôtes. Además, por si fuera poco, hemos tenido la compañía del perro y de los gatos.

Aún relamiéndonos —y con el estómago más que lleno—, hemos subido a la habitación, hemos preparado las cosas que necesitábamos para el día y nos hemos puesto en marcha.

Coche y carretera

Isla de los Faisanes
Isla de los Faisanes

Como hasta la visita al museo quedaban muchas horas, queríamos aprovechar para dar una vuelta por Hendaya (Francia) e Irún (España). Las previsiones se han cumplido y ha sido poner un pie en Irún y empezar a llover —la suerte no está siempre de nuestro lado—. No pasa nada, de vacaciones el agua no molesta.

Lo primero que hemos ido a hacer ha sido ir a una de las típicas ventas fronterizas —bueno, típicas en España, porque en Francia no hay— para comprar las típicas cosas innecesarias que siempre compramos: gominolas —esto sí que es necesario para el deporte, están muy baratas—, chocolatinas, etc.

Seguía lloviendo, pero justo al lado, en medio del río Bidasoa, estaba la isla de los Faisanes —hasta mitad de año es española, luego será francesa hasta final de año—. Nos hemos puesto nuestros impermeables y hemos admirado tan curiosa isla —curiosa por su historia, que geológicamente hablando es poco más que un trozo de tierra con árboles en medio de un río—.

Sin darnos cuenta, ya empezaba a ser hora de comer, así que hemos buscado dónde ir —dentro del coche a resguardo de la lluvia—. Tras mucho mirar, hemos reservado en un restaurante en Orio, ya cerca de Getaria.

Hora de comer y siesta

La verdad es que por el País Vasco, mires el restaurante que mires, tiene buenas críticas y estas son acordes a la realidad —como dicen los modernos, “se come bien”—. El que hemos elegido no ha sido una excepción y, aunque sin grandes lujos, hemos quedado satisfechos: langostinos a la brasa, costillas de vaca a la brasa y tarta de queso. Todo muy bueno.

Estábamos a poco más de 15-20 minutos de Getaria y no sabíamos muy bien qué hacer. Aún quedaba algo de tiempo hasta la visita al museo, pero tampoco tanto como elaborar un gran plan. Hemos decidido ir a Getaria, aparcar, echar una siesta en el coche y dar una vuelta por el pueblo. Dicho y hecho.

Getaria

Getaria
Getaria

La carretera hasta Getaria desde Orio ha sido espectacular. Desde Zarautz hasta Getaria vas justo al lado del mar y es muy agradable. En poco más de un cuarto de hora hemos llegado en frente del museo y hemos tenido aparcamiento justo al lado.

A pesar de no haber encontrado un sitio más tranquilo, hemos seguido con el plan de tantas otras veces: echar una siesta en el coche —¡qué maravilla los asientos de coche que se reclinan totalmente!—. Tras un ratito de sueño reparador, hemos salido a dar un pequeño paseo.

El tiempo seguía sin acompañar mucho, así que hemos ido hasta el monumento a Juan Sebastián Elcano, visitado la oficina de turismo —he pillado una guía de rutas ciclistas por el País Vasco — y poco más. Ya era hora de entrar al museo.

Museo Cristóbal Balenciaga

Palacio Aldamar y museo Balenciaga
Palacio Aldamar y museo Cristóbal Balenciaga

Por fin eran las 17:00 y empezaba la visita al museo. En el museo había taquillas gratuitas, así que hemos dejado todo para ir más cómodos.

He de reconocer que hasta hace poco, el nombre de Cristóbal Balenciaga me sonaba, pero poco más. Sabía que era una marca de ropa, pero no sabía su historia y que poco tiene que ver la marca actual con Cristóbal Balenciaga. Gracias a una serie —creo que de Disney plus—, descubrí la figura de Cristóbal Balenciaga. Admito que al conocer su historia empecé a sentir cierta admiración por él. Las personas que son metódicas, exigentes con su trabajo y que huyen del humo suelen caerme bien.

El museo se divide en dos partes: historia de Cristóbal Balenciaga y una amplísima colección de vestidos —aunque tienen más de 2.500 guardados—. También había una exposición de Balenciaga y Chillida —al parecer buenos amigos—.

A lo largo de la visita nos han explicado que los vestidos que están en exposición son en su mayoría donaciones. Cuando llegan al museo suelen estar en bastante mala situación, por lo que son sometidos a un laborioso proceso de restauración.

Aunque yo de moda sé tanto como de física cuántica, he llegado a entender el proceso de producción y todo lo que había detrás del trabajo de Cristóbal Balenciaga. El museo es muy recomendable, pero aún lo es más la visita guiada —tan solo 3,50 €, aparte del precio de la entrada—.

Volvemos al alojamiento

La idea era parar a comprar algo para cenar en el alojamiento, pero teníamos que hacerlo en Francia porque en España hoy era festivo. Tras consultar la hora de cierre del E.Leclerc de Urrugne, la única opción que nos quedaba era pagar peaje e ir por la autovía —que, por otra parte, era lo que ya teníamos pensado hacer—.

Hemos llegado con tiempo suficiente para comprar con tranquilidad, aunque ya nos invitaban a salir del supermercado. Eran las ocho de la tarde.

Ya con la noche echada, hemos puesto rumbo al alojamiento. La verdad es que no me ha gustado mucho conducir de noche por esas carreteras. El asfalto está perfecto, pero son carreteras estrechas y sin un metro recto, atravesando núcleos poblados constantemente. Además, estaba lloviendo.

En poco más de 45 minutos hemos llegado al alojamiento. Hemos cenado y a descansar que mañana será un día interesante.

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