1 de agosto de 2024. Primer día en los últimos cuatro que me levanto más tarde de las cinco. Hoy volvíamos a España por la noche y teníamos pensado dedicar todo el día al turismo. Así lo hemos hecho.
Es verdad que realmente me llegué a plantear ir a ver la prueba de marcha, tanto femenina como masculina, pero de nuevo tendría que haber madrugado bastante. Madrugar no me importa, de hecho me gusta, pero estos últimos días han sido muy intensos y un poco de “descanso” ―al fin y al cabo estoy de vacaciones― tampoco me iba a sentar mal. Tampoco es que la marcha sea mi deporte favorito, diría que nunca he visto una competición entera de ello.
Hemos desayunado, hemos terminado de recoger las cosas y hemos dejado el hotel.
Mañana de turismo
El hotel en el que hemos estado estos días no estaba precisamente céntrico. Los precios de París son siempre desorbitados, pero durante los Juegos Olímpicos han alcanzado unos niveles absurdos. La única manera de encontrar un hotel decente a un precio sensato fue alejándose del centro. Estos días, gracias a la magnífica red de transportes públicos, en apenas media hora hemos llegado al centro de París.
Uno de los problemas que surge con los hoteles no céntricos es que el día de vuelta, si tu vuelo sale por la tarde-noche, no puedes dejar tu equipaje en el hotel y pasar a recogerlo antes de irte. Bueno, técnicamente sí que puedes, pero puede que la pérdida de tiempo no merezca la pena. Nosotros hemos dejado las mochilas en una consigna a lado de la Madeleine ―como hicimos el día de llegada―, ya que desde ahí podíamos pillar el metro directo al aeropuerto.
Una vez ya en la ciudad y sin las mochilas, hemos empezado nuestro recorrido.
Aprovechando el frescor de la mañana
Hoy, de nuevo, hemos pillado el forfait de un día ―realmente podríamos haber pillado uno de tres días y habernos ahorrado unos pocos euros―. No estábamos muy seguros de si nos convenía porque creíamos que luego, para ir al aeropuerto, había que pillar otro título especial. Como según la descripción del forfait de un día este era válido para todos los transportes de Île-de-France, hemos tenido la esperanza de que también sirviera para el aeropuerto; a una mala, si no funcionaba, sería comprarlo en el aeropuerto, no se perdía nada. La teoría ha sido buena y nos ha servido.
Gracias a volver a contar con un pase ilimitado para todo el transporte público, hemos podido visitar sitios que andando hubiera sido imposible por falta de tiempo.
La primera visita del día ha sido a la simbólica plaza de la Bastilla, donde a finales del siglo XVIII la antigua fortaleza de la Bastilla fue tomada en el contexto de la Revolución Francesa. Hoy en día la fortaleza no existe ―fue destruida precisamente durante la Revolución―, pero sí está la bonita Columna de Julio que conmemora la Revolución de 1830. Además, estos días habían instalado unos anillos olímpicos y los agitos, símbolo de los Juegos Paralímpicos.
Andando hemos llegado a la plaza más antigua de París: la plaza de los Vosgos. Eso sí, antes hemos hecho una parada técnica en una estupenda panadería para tomar una deliciosa viennoise con chocolate. Esta plaza está considerada como una de las más bonitas de la ciudad. Efectivamente, la plaza es bastante simpática, aunque nosotros hemos ido allí para visitar la casa de Víctor Hugo. La visita es gratuita y en su interior puedes encontrar una interesante colección de objetos que pertenecieron a Victor Hugo, así como curiosa información sobre su vida y obra. He aprovechado para comprarme una de sus obras más famosas: Le dernier jour d’un condamné.
Última comida en París
Desde la plaza de los Vosgos hemos ido en autobús al ayuntamiento de París. De nuevo los Juegos Olímpicos han hecho suyo el lugar y allí han instalado lo que llaman La terrasse. Se trataba de una zona gratuita donde podías ver en pantalla gigante los Juegos Olímpicos. Además, también había entretenimiento para los niños y los no tan niños.
Justo al lado del ayuntamiento se encuentra un sitio que debería llenar de orgullo a todos los españoles: el jardín de los combatientes de la Nueve. Un sentido homenaje a los combatientes republicanos españoles que fueron los primeros en entrar en París en la liberación de la ciudad de la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Hemos salido de La terrasse y hemos comido en un bistrot justo enfrente. La gente se queja de que París es cara y más aún durante los Juegos Olímpicos. A nosotros no nos ha parecido tan caro ―siempre digo que España ha hecho “barato” al resto de Europa―, aunque probablemente seamos más comedidos a la hora de pedir. De media apenas hemos llegado a los 20 € por cabeza con un plato principal y un postre para compartir. Teniendo agua gratuita y de calidad en todos los restaurantes, no hemos sentido la necesidad de tirar el dinero en otro tipo de bebida.
Último paseo por París
De nuevo hemos pillado el metro y hemos ido al barrio de Montparnasse para visitar su famoso cementerio. Allí hemos dado una vuelta y, entre otras, hemos visitado la tumba de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
Por último, antes de volver a la consigna a por nuestras mochilas y poner rumbo al aeropuerto, hemos vuelto a pillar el metro, pasando por la horrorosa torre Montparnasse, y hemos ido a ver desde fuera Los Inválidos. En la parte norte estaba otra sede olímpica ―tiro con arco― así que tan solo hemos podido ver la parte sur, que no es poco. En Los inválidos se encuentra enterrado Napoleón, pero esa visita la dejamos para la próxima vez que volvamos a París.
Ahora sí, ya sin tiempo para más ―además empezaba a lloviznar―, hemos vuelto en metro ―nos han regalado una botella de agua para combatir el calor, a buenas horas…― a la Madeleine, hemos recuperado nuestras mochilas y hemos vuelto a pillar el metro para ir hasta al aeropuerto, dando por finalizado este histórico viaje a los Juegos Olímpicos de París 2024.