En 1808, España vivía un periodo de tensión y descontento debido a su creciente subordinación al imperio napoleónico. En marzo, una revuelta popular obligó al rey Carlos IV a abdicar, siendo sucedido por su hijo Fernando VII. Sin embargo, Napoleón intervino, forzando a Fernando a devolver el trono a su padre, quien lo cedió a Napoleón. Este nombró como rey de España a su hermano José Bonaparte, mientras Fernando VII quedaba prisionero de los franceses.
La imposición de José Bonaparte fue rechazada por gran parte de la población española, que defendía la idea de asumir la soberanía hasta el retorno del monarca legítimo. Esto derivó en la creación de juntas locales integradas por funcionarios y vecinos destacados, actuando en nombre de Fernando VII. Más tarde, estas juntas se unificaron en la Junta Central de Sevilla, que dirigió la resistencia contra los franceses.
En América, las noticias generaron conmoción, rechazo al dominio francés y anhelos de autonomía. Algunas juntas se formaron en apoyo a Fernando VII, pero también surgieron movimientos independentistas, que fueron reprimidos por las autoridades coloniales. Este escenario marcó el inicio de una etapa de transformaciones políticas que afectaron tanto a España como a sus colonias.
Tres alternativas frente a la crisis en el Virreinato del Río de la Plata
En el Virreinato del Río de la Plata surgieron tres propuestas frente a la ausencia del rey en España tras la crisis imperial.
La primera buscó establecer un gobierno autónomo liderado por Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII y residente en Brasil. Esta propuesta, impulsada por reformistas como Manuel Belgrano e Hipólito Vieytes, generó rechazo debido a su vinculación con Portugal y finalmente fracasó.
La segunda alternativa consistía en formar juntas en nombre del monarca depuesto, como las surgidas en España. En 1808, Montevideo creó una junta y dejó de obedecer a Buenos Aires, pero la Junta Central de Sevilla ordenó su disolución. En 1809, se intentó establecer otra junta en Buenos Aires para destituir al virrey Liniers, pero las milicias locales apoyaron al virrey, frustrando el movimiento. Ese mismo año, surgieron juntas en Chuquisaca y La Paz, en el Alto Perú. Estas dejaron de reconocer a las autoridades coloniales, pero fueron reprimidas por tropas de los virreinatos vecinos.
La tercera propuesta, que mantuvo temporalmente el control colonial bajo la Junta Central española, fue la que prevaleció. Sin embargo, su duración fue breve, pues las tensiones políticas continuaron impulsando los deseos de cambio en la región.
La Revolución de Mayo y el Inicio del autogobierno en Buenos Aires
En 1810, la derrota de la resistencia española y la caída de la Junta Central de Sevilla dejaron a España bajo control de Napoleón. Al conocerse estas noticias en Buenos Aires, se convocó un cabildo abierto para decidir el futuro político del Virreinato del Río de la Plata.
En la votación, se resolvió destituir al virrey y reemplazarlo con una junta local, al considerar que no existía un gobierno legítimo en España. A pesar de sus intentos por mantenerse en el poder como presidente de la junta, el virrey fue obligado a renunciar el 25 de mayo gracias al apoyo popular y a las milicias de la ciudad. La junta resultante no incluyó a funcionarios coloniales.
Los líderes del nuevo gobierno aspiraban a elegir sus autoridades, gestionar su economía y reducir la dependencia de España. Su visión era establecer una monarquía federal que garantizara igualdad entre americanos y europeos. Mientras esperaban la posible restauración de Fernando VII, buscaban consolidar la autonomía local. Un revolucionario resumió el objetivo: liberar las colonias de la “tiranía de la madre patria” y convertirlas en un estado próspero bajo el rey legítimo. Esta transformación marcó el inicio del proceso independentista en el Río de la Plata.
Primeras decisiones de la junta y el debate por la independencia
Tras su formación, la Junta adoptó dos medidas cruciales. Primero, convocó a las ciudades principales del Virreinato para integrarse al nuevo gobierno. Segundo, reorganizó las milicias porteñas como un ejército y envió una expedición militar al norte. El objetivo era asegurar apoyo a la revolución y controlar la estratégica región minera del Alto Perú.
Aunque varias ciudades aceptaron a la Junta, Montevideo, Asunción, Córdoba y algunas del Alto Perú rechazaron su autoridad. En Córdoba, la expedición militar derrotó a los contrarrevolucionarios y capturó a su líder, el exvirrey Liniers. Su ejecución marcó un punto sin retorno en el proceso revolucionario. Posteriormente, el ejército logró otra victoria y ocupó el Alto Perú.
Dentro de la Junta surgieron tensiones. Una facción moderada, liderada por Cornelio Saavedra, se enfrentó a otra más radical, encabezada por Mariano Moreno, quien defendía la idea de una independencia total. Moreno argumentaba que los americanos nunca consintieron la dominación española, que se había impuesto por la fuerza.
Moreno quería un congreso soberano, pero los representantes de las ciudades optaron por ampliar la Junta en lugar de reemplazarla. Así nació la Junta Grande. Frustrado con esta decisión, Moreno renunció, dejando abierta la pugna entre moderados y revolucionarios.
La guerra civil y el conflicto por la independencia en 1810
En 1810, la lucha entre los partidarios de la Junta y sus opositores dio inicio a una guerra civil, alimentada por la falta de refuerzos de España, ocupada por los franceses. Con el tiempo, este conflicto se transformó en una larga guerra por la independencia, que devastó la economía y alteró la vida cotidiana de la población.
Al principio, ambos bandos proclamaban que luchaban por el rey y la patria. Sin embargo, en 1814, con el regreso de Fernando VII al trono, los revolucionarios comenzaron a luchar abiertamente contra él, lo que dio paso a los términos de “patriotas” y “realistas”. Aunque la mayoría de los realistas eran españoles, también hubo muchos criollos que defendieron al rey.
Entre 1810 y 1815, la guerra se desarrolló en dos frentes principales. En el norte, los revolucionarios fracasaron tres veces en tomar el Alto Perú, aunque lograron repeler dos ofensivas realistas sobre Tucumán y Salta. En el Litoral, los combates se libraron tanto en tierra como en los ríos, además de enfrentar a los revolucionarios entre sí, cuando los seguidores de Artigas se opusieron al gobierno central.
La Logia Lautaro y el impulso hacia la independencia
En marzo de 1812, un grupo de oficiales que había combatido en las guerras napoleónicas llegó a Buenos Aires. Entre ellos destacaban Carlos de Alvear y José de San Martín, veteranos del ejército español. Con sus conocimientos en tácticas militares modernas, ofrecieron sus servicios al gobierno revolucionario, liderado entonces por el Triunvirato.
Estos oficiales también integraban una organización política secreta, la Logia Lautaro, inspirada en el líder mapuche que resistió a los españoles en el siglo XVI. Su objetivo era ir más allá del autogobierno monárquico defendido por el Triunvirato y declarar la independencia, relanzando la guerra para expulsar a los españoles de toda América.
La Logia compartía su proyecto con la Sociedad Patriótica, liderada por Bernardo de Monteagudo y heredera de las ideas de Mariano Moreno. Ambas organizaciones se unieron bajo la Logia Lautaro, derrocaron al Triunvirato y establecieron uno nuevo bajo su control. Este nuevo gobierno convocó a la Asamblea del Año XIII, que marcó avances significativos hacia la independencia.
Posteriormente, la Logia concentró el poder en una única figura política, el director supremo, sentando las bases para una organización más centralizada en la lucha por la emancipación americana.
La Asamblea del Año XIII y los obstáculos hacia la independencia
En octubre de 1812, la Logia Lautaro asumió el poder con el objetivo de declarar la independencia y sancionar una constitución para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Su gobierno, el Segundo Triunvirato, convocó un congreso en Buenos Aires conocido como la Asamblea, que inició sesiones en enero de 1813.
La Asamblea impulsó cambios profundos en la sociedad colonial. Abolió el servicio personal indígena, declaró la libertad de vientres para los hijos de esclavas, prohibió la tortura, y eliminó los títulos de nobleza y la Inquisición. También rompió con los símbolos monárquicos españoles, creando nuevos emblemas nacionales.
Sin embargo, el entusiasmo inicial decayó. En 1814, el inesperado regreso de Fernando VII al trono español tras la derrota de Napoleón complicó el panorama revolucionario. Al mismo tiempo, el centralismo del gobierno de la Logia enfrentó resistencia en las provincias. En el Litoral surgió un proyecto federalista liderado por Artigas, que rompió con el gobierno central en busca de mayor autonomía.
Ante estos desafíos, la Asamblea no logró declarar la independencia. A pesar de los avances sociales, las divisiones internas y los cambios en Europa retrasaron la concreción del proyecto independentista de la Logia Lautaro.
La declaración de independencia en el Congreso de Tucumán
En 1815, una crisis política y económica sacudió a las Provincias Unidas. Un levantamiento derrocó al director Alvear y a la Asamblea, mientras la guerra devastaba la economía. Los focos revolucionarios en América fueron vencidos por los realistas, salvo en el Río de la Plata, donde los territorios estaban divididos entre las Provincias Unidas, la Liga de los Pueblos Libres y Paraguay.
Para enfrentar esta situación, las Provincias Unidas convocaron un congreso en Tucumán, lejos de la influencia de Buenos Aires. Ni Paraguay ni la Liga de los Pueblos Libres participaron, pero sí acudieron representantes de provincias del Alto Perú, aunque estas estaban bajo control realista.
El Congreso de Tucumán inició sesiones en marzo de 1816. En busca de unidad, eligió como director supremo a Juan Martín de Pueyrredón, aceptado por las provincias. Proclamó «Fin a la revolución, principio al orden», buscando consolidar el poder central.
El 9 de julio de 1816, el Congreso realizó su acto más trascendental: declaró la independencia de las Provincias Unidas, rompiendo todos los lazos con la corona española. Nació así una nueva nación, que se definió como libre e independiente, marcando un punto decisivo en la historia americana.