Hace unos días, por motivo de trabajo, nos encontrábamos en Bolonia (Italia) con el domingo libre. Al ver qué podíamos hacer para aprovechar que estábamos por la zona, vi que San Marino estaba relativamente cerca.
Investigando un poco —básicamente mirando en Google Maps—, vi que no había forma sencilla de llegar a San Marino desde Bolonia con transporte público —entendiendo como transporte público autobuses municipales, trenes, etc.—, así que lo primero que pensé fue en alquilar un coche.
Al consultar en www.discovercars.com me quedaba la duda de si podía salir de Italia —en muchas empresas ponía que no—, pero no sabía si San Marino, al ser un pequeño enclave, sería una excepción. Tras darle vueltas y no verlo claro, busqué otras opciones.
Finalmente, la forma más sencilla que encontré fue: ir en tren hasta Rimini —hora y media de trayecto— y allí pillar un autobús hasta el centro de la ciudad de San Marino —algo menos de una hora de trayecto—.
Tren de Bolonia a Rimini
Como es habitual en Italia, había muchos horarios para ir hasta Rimini desde Bolonia. En nuestro caso, al tener que coordinarlo con el autobús, las opciones se reducían, pero aun así había varios trenes que podíamos pillar.
Desde el alojamiento hasta la estación de trenes de Bolonia fuimos en transporte público —autobús—, aunque también estaba la opción de ir con Uber. Como el autobús paraba justo en la puerta del alojamiento y nos dejaba justo en la estación, la decisión fue fácil.
Llegamos a la estación de trenes con más de media hora de margen, así que tocó esperar. Eso estaba previsto, lo que no estaba previsto es que, a excepción de alguna cafetería, todo estuviera cerrado. Pensándolo bien, era domingo a las siete de la mañana… Dimos una vuelta por la estación, miramos algún que otro escaparate cerrado, y ya se hizo la hora de ir al andén.
El tren salió con puntualidad, y gracias a ser relativamente temprano, estaba prácticamente vacío. Subimos al piso de arriba, elegimos los asientos que más nos gustaron, y, después de dar una pequeña cabezadita, aprovechamos el tiempo para leer.
Cuando ya casi habíamos llegado, y sin que por megafonía dijeran por qué, el tren se paró. Hasta ese momento todo había ido bien. Íbamos según el horario previsto y llegábamos a Rimini con una media hora de margen —perfecto para salir de la estación y pillar el autobús justo en frente—. El tiempo iba pasando y seguíamos sin movernos. La incertidumbre era creciente proporcionalmente al tiempo que estábamos parados. Después de un cuarto de hora, por fin, el tren empezó a moverse.
Llegamos a la estación de trenes de Rimimi. La media hora que teníamos de margen inicialmente, se acabó convirtiendo en poco más de diez minutos. Aun así, como había mirado exactamente dónde paraba el autobús, llegamos perfectamente —hasta dio tiempo de pagar 1 € por usar el baño de la estación—.
Autobús de Rimini a San Marino
Cuando llegamos a la parada del autobús ya había bastante gente esperando. Habíamos comprado por adelantado el billete en www.benedettinispa.com, así que daba un poco igual la cantidad de gente que hubiera ya esperando. Aun así, subimos de los primeros para asegurarnos de tener asiento.
El trayecto desde Rimini a San Marino fue de unos cincuenta minutos que se pasaron bastante rápido —es lo que sucede cuando estás en un sitio nuevo y no paras de mirar por la ventana—. Nos dejaron en el centro de la ciudad de San Marino, a poco más de diez minutos andando de la puerta de acceso a la ciudad histórica —luego supimos que era una parada provisional y que normalmente te dejan justo al lado de esa puerta de entrada—.
Un día en San Marino
Lo primero que hicimos nada más llegar a San Marino fue ir al museo Titanus. Habíamos leído que era muy recomendable visitar este museo antes de comenzar la visita a la ciudad para aprender sobre el origen e historia del país.
El museo Titanus era, básicamente, un audiovisual partido en varias fases de la historia de San Marino. Estaba disponible solo en italiano e inglés y, efectivamente, ayudaba bastante a comprender la historia del país. El precio de la entrada era de 8,00 € —en marzo de 2024—.
Fortalezas de San Marino
Una vez que ya habíamos aprendido sobre la historia de San Marino, fuimos a por nuestra primera parada: la fortaleza de Guaita —también conocida como la primera torre—. Eso sí, como toda fortaleza que se precie, esta se encontraba en la parte más alta de la ciudad —alto del monte Titano—, así que tocó subir pulsaciones.
El acceso a la fortaleza no era libre y fue necesario comprar entrada. Se podía elegir entre una entrada para acceder a dos lugares de tu elección —8,00 € en marzo de 2024—, o bien comprar la entrada completa —10,00 € en marzo de 2024—. Al final nos decidimos por la entrada completa que incluía el acceso a las dos torres y a otros cinco museos.
Después de la fortaleza de Guaita, y aprovechando que estábamos arriba del monte Titano, fuimos al castello della Cesta —en el pico de La Fratta, el más alto del monte— que, además, alberga el museo de armas antiguas. Un poco más al sur, llegamos a la tercera torre —en el pico Montale— que no se puede visitar.
Reponer fuerzas
Después de visitar las tres torres ya habíamos llegado a la hora de comer, así que fuimos en busca de un restaurante. La verdad es que nos sorprendió ver que, a pesar de ser un lugar tan turístico, los precios estuvieran hasta algo más baratos que en Italia.
Comimos en un restaurante a cinco minutos de la entrada de la primera torre especializado en piadinas con vistas a San Marino. Por una piadina, una pizza, una ración de patatas fritas y agua nos cobraron 26,50 €.
Turno de los interiores
Aunque las previsiones meteorológicas habían pronosticado lluvia todo el día, hasta la hora de comer no había caído ni una sola gota. Eso sí, viento, y en especial en las torres, hacía bastante.
Después de comer tocaba el turno de hacer las visitas bajo techo y, por suerte, justo nos pilló la lluvia en ese momento. Apenas la sufrimos en los trayectos de un sitio a otro y justo terminó cuando salimos de la penúltima visita.
A lo largo del recorrido visitamos: la Basílica de San Marino, el palazzo pubblico —ayuntamiento de la Ciudad de San Marino y el edificio oficial del Gobierno del país— en la piazza della Libertà con su famosa statua della Libertà, el museo di stato —museo nacional—, el museo del francobollo e della moneta —museo del sello y de la moneda— y la iglesia de San Francesco.
Incluido en la entrada nos dejamos por visitar —por falta de tiempo— el museo di San Francesco —arte sacro— y la galleria d’arte moderna e contemporanea.
Los museos en San Marino son relativamente pequeños pero interesantes. Tal vez la visita que más me gustó, que no era un museo, fue la visita al palazzo pubblico, ya que allí se encontraba la curiosa sala del Consiglio del siglo XII, antigua sede del consejo de la república.
Regreso a Bolonia
Ya sin tiempo para más —teníamos comprado el billete de autobús de vuelta a Rimini y solo quedaba ese y otro más un poco más tarde—, hicimos el recorrido inverso para volver a Bolonia: autobús hasta Rimini y tren de Rimini a Bolonia.
Aun en San Marino vimos que si salíamos puntuales llegábamos a un tren antes del que habíamos pensado inicialmente. Al final llegamos a pillar ese tren, pero saliendo a la carrera —literalmente— del autobús y con las puertas del tren ya cerradas —alivio al pulsar el botón y ver que las puertas se abrían—. Como no sabíamos si íbamos a llegar a tiempo, habíamos pensado comprar el billete en la estación —desde la aplicación de Trenitalia—. La sorpresa vino cuando vimos, ya en el tren, que la venta estaba cerrada. Al final decidimos comprar el billete para el siguiente tren y, en caso de que viniera el revisor, explicar lo sucedido. No hizo falta porque la revisora se bajó del tren justo cuando iba a llegar a nosotros.
El trayecto en tren no fue, ni de lejos, tan placentero como el de la mañana. El tren iba lleno y hubo un tramo que tocó hacerlo de pie. Al final pudimos conseguir asiento y descansar un poco hasta llegar a Bolonia.