6 de diciembre de 2023. Hoy el día ha empezado antes de lo esperado: hacia las cuatro de la mañana nos ha despertado la alarma de incendios.
Si ya de normal uno no sabe muy bien qué hacer en esas circunstancias, parece que salir corriendo a la calle es la opción más normal, pero claro, en la calle había -13 °C y sensación cercana a los -20 °C.
Hemos mirado por el pasillo y parecía todo normal. Hemos abierto la ventana —literalmente congelada, ha costado abrirla— y hemos visto a una persona ya abajo. Nos hemos puesto la ropa de calle, nos hemos abrigado y nos hemos bajado a la calle.
Cuando hemos llegado a recepción ya había un buen grupo de personas en la puerta del hotel. Como parecía todo normal, la mayoría hemos esperado en la puerta pero dentro del hotel. Al poco rato han llegado los bomberos y la responsable del hotel. Tras revisarlo todo, al final todo ha sido una falsa alarma. Vuelta a la cama.
Tras dormir algunas horas más, ahora sí, ha comenzado el día.
Como hoy era el último día del viaje, ha tocado hacer las maletas y dejar la habitación. Por suerte había servicio de guarda equipajes, por lo que hemos podido ir ligeros todo el día.
Desayuno y cielo azul
Ayer bromeábamos con que nos habíamos traído el frío desde Helsinki, pero lo malo es que hoy la broma continuaba. Nos hemos echado a la calle con -12 °C y sensación térmica de -19 °C.
Aunque ya estaba pensado, hemos confirmado que hoy iba a ser un día mayoritariamente de interiores. Eso ha sido así hasta que ha ido saliendo el sol y nos ha regalado una mañana despejada de cielo azul.
Después de desayunar en el mismo sitio del primer día, hemos decidido —por petición mía— subir de nuevo al castillo para repetir las fotos del primer día, pero, esta vez, con cielo azul. Yo diría que ha merecido la pena aunque, en varias ocasiones, hemos tenido que meternos en alguna tienda con el único interés de recuperar la sensibilidad de las manos.
Plan de interiores
Ya con las fotos hechas, ahora sí, hemos activado el plan de interiores para permanecer lo mínimo posible en la calle.
La primera parada ha sido el museo de historia de Estonia. Hay varios museos de historia en la ciudad, pero este era el más recomendado. La verdad es que lo que más interesante me ha parecido ha sido el edificio en sí —construido en 1410 y sede del Gran gremio—.
Se nos ha hecho la hora de comer, así que hemos salido a la calle, paseo de cinco minutos y al restaurante —primer restaurante de comida propiamente estonia en el que estábamos—. Allí hemos podido probar una selección de quesos estonios. No estaban mal.
Mientras comíamos se ha ido haciendo de noche y hemos pensado nuestros siguientes pasos. Hemos decidido ir a un centro comercial al lado del hotel de la KGB, pero, de camino, hemos pasado por el pasaje de Santa Caterina.
En el pasaje de San Catalina hemos aprovechado para entrar en las tiendas que hay conectadas —vas pasando de tienda en tienda sin salir a la calle— y hacer alguna pequeña compra.
En el centro comercial hemos estado hasta que se ha hecho la hora de volver al hotel a por las mochilas. Hemos aprovechado para visitar una librería enorme donde me he comprado un libro de estonio para mi colección de libros de idiomas y nos hemos tomado un café y una tarta. También hemos bajado al supermercado para comprar alguna cosilla para el viaje.
Vuelta a Barcelona
Después de recoger las mochilas en el hotel, hemos pillado un Bolt para ir al aeropuerto cómodamente. Nos ha pillado algo de atasco, pero como íbamos con mucho tiempo no ha pasado nada.
En el aeropuerto ningún problema. Control de seguridad y a las puertas de embarque.
Por la tarde habíamos mirado que había algún sitio decente para cenar en el aeropuerto y, la verdad, es que ha superado nuestras expectativas. Preparaban los platos ahí mismo con una calidad excepcional. Antes de ir a la puerta de embarque he aprovechado para comprarme un periódico estonio para mi colección de periódicos extranjeros.
El vuelo FR9914 de Ryanair que nos iba a llevar a Barcelona, iba con un poco de retraso y al final hemos salido con tres cuartos de hora de retraso. Ha sido uno de los vuelos más incómodos que recuerdo. Hacía un calor insoportable. Hemos pedido al azafato si podían bajar un poco la temperatura, pero no ha habido suerte.
Ya en Barcelona hemos ido a por el coche terminando así nuestro pequeño gran viaje al báltico.