Carnaval Biarnés en Pau

Un año más, el Carnaval Biarnés ha llegado a Pau (Francia) para recibir a Sent Pançard, recién llegado de Ansó (España). En esta edición hemos tenido la oportunidad de asistir en directo al día grande del carnaval y de disfrutar de la entrega de llaves, del desfile, del juicio y de la cremación.

 El Carnaval Biarnés se centra en el personaje de Sent Pançard —el rey del carnaval—, quien simboliza los excesos y pecados del año. La historia cuenta que Sent Pançard huye del Béarn y se refugia en Ansó (Aragón) para evitar ser quemado. Después de ser recibido y celebrado en esta localidad, vuelve triunfante al Béarn. A su regreso, Sent Pançard se enfrenta a su destino: es juzgado y condenado por los excesos y pecados cometidos durante el año. Finalmente, es quemado en una ceremonia que marca el fin del carnaval; este acto representa la purificación y el inicio de un nuevo ciclo, dejando atrás los excesos antes de la Cuaresma.

Entrega de llaves y desfile

Con la place Royale como epicentro, el día grande del carnaval dio comienzo. No preveíamos que fuera a haber tanta gente —error de principiantes— y, al llegar a la plaza, fue imposible avanzar hasta alguna posición que nos permitiera ver la ceremonia de entrega de llaves, el primer acto de la tarde. Algo logramos ver, pero muy poca cosa.

El desfile tenía un recorrido preestablecido. Viendo que desde la place Royale poco íbamos a poder ver, fuimos hasta el cruce del boulevard d´Aragón con el boulevard des Pyrénées. Acierto. En apenas un cuarto de hora fueron desfilando —nunca mejor dicho— distintos grupos que, sinceramente, no parecía que tuvieran mucha relación los unos con los otros. Eso sí, el espíritu festivo empezó a invadir la ciudad. La tarde, además, acompañaba con sol y una temperatura algo fresca, pero agradable. El desfile continuó por las calles de Pau hasta llegar al siguiente escenario.

El juicio

El juicio tuvo lugar en las escaleras del palacio de justicia; desde luego no podría elegirse un sitio más acertado. En ese momento la celebración adquirió un tinte más profesional, y las comparsas particulares dejaron a un espectáculo perfectamente ensayado.

Entre la llegada de Sent Pançard —con el resto del desfile— y el comienzo de juicio, tuvimos la suerte de disfrutar de un mini concierto de música bearnesa cantada, como no, en bearnés —dialecto del occitano—. Realmente no entendimos mucho de la música, pero muchas veces eso es casi lo de menos. Si Napoleón levantara la cabeza y viera a los sureños cantar en su lengua y no en francés…

El juicio bien se podría resumir como una obra cómica de teatro. Una buena obra cómica de teatro. De nuevo la lengua elegida fue el bearnés, pero esta vez estaba subtitulado en francés en la pantalla gigante. Aunque nos perdimos en algunos detalles de la sociedad francesa, en general se entendió bastante bien y, como no podría ser de otra forma en un carnaval, no se perdió la oportunidad de hacer crítica o llamamiento social.

La cremación

La tradición se cumplió y Sent Pançard fue declarado culpable. El pobre, al oír la sentencia, salió corriendo entre el público. Daba igual, su destino estaba sellado. El desfile retomó su marcha y todos nos dirigimos a la place Gramot donde es encontraba un ninot de Sent Pançard esperando a que se cumpliera la sentencia.

El espectáculo teatral del juicio dejó paso a un espectáculo circense con varios malabaristas pertrechados con distintos artilugios de fuego, bailarinas en enormes zancos y una batucada, que, dicho de paso, no me quedó muy claro su lugar en esta tradición.

Perfectamente sincronizados con el atardecer, y cuando ya el sol había dejado paso al crepúsculo, comenzó la cremación de Sent Pançard —cremación en efigie al más estilo Iglesia Católica— poniendo punto final al carnaval.

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