![Aurora boreal en Lyngseidet](https://cosetas.es/wp-content/uploads/2024/12/Aurora-boreal-en-Lyngseidet-1024x576.jpg)
21 de diciembre de 2024. La idea para hoy era dividir el día en dos partes: por un lado, visitar el Museo Polar, pasear por la ciudad y comer allí y, por otro lado, en cuanto fuera de noche —a partir de las tres de la tarde—, salir en busca de las auroras boreales; está última parte parecía algo complicada debido a las condiciones meteorológicas.
Como no, esta noche también me he levantado un par de veces para ver si veía alguna aurora boreal despistada. No ha habido suerte. De hecho, he visto que había incluso caído una fina capa de nieve, por lo que difícilmente se podía haber visto ninguna aurora boreal durante la noche.
Nos hemos levantado temprano, pero teniendo en cuenta los horarios de apertura de las tiendas y museos. La idea era no salir muy pronto a la calle porque nos quedaríamos dando vueltas a varios grados bajo cero, en noche cerrada, y sin nada que hacer esperando a que la ciudad amaneciera.
Hemos desayunado con tranquilidad, nos hemos preparado —crampones y arnés reflectante incluidos— y hemos bajado a la ciudad en coche.
El centro de Tromsø está a apenas diez minutos en coche desde el alojamiento. Teniendo en cuenta que en el centro de la ciudad no hay, literalmente, ni una sola plaza de aparcamiento gratuita, nos llegamos a plantear la posibilidad de ir en transporte público y luego volver a por el coche; de hecho, yo ya tenía la aplicación de transporte público preparada. Sin embargo, el aparcamiento no es barato, pero tampoco es algo exageradamente caro: la diferencia entre ir y volver en transporte público dos personas o pagar el aparcamiento era de unos pocos euros. Al final hemos bajado en coche para ser más ágiles para la excursión de esta tarde.
Museo Polar
![Museo Polar en Tromsø](https://cosetas.es/wp-content/uploads/2024/12/Museo-Polar-en-Tromso-1024x576.jpg)
El museo abría a las 11:00 y, aunque hemos ido con toda la tranquilidad del mundo, hemos llegado antes de las 10:00. La situación estaba controlada: hemos aprovechado ese rato para ir al centro de información turística y a una librería.
Desafortunadamente, ni la visita al centro de información turística, ni la visita a la librería, han sido productivas: en información no nos han dicho nada nuevo —al menos me quedo con que hice una buena preparación del viaje—, y en la librería no había nada sobre los samis y su idioma. Al menos hemos dado una agradable vuelta entre ir y volver.
Justo hemos llegado al museo cuando lo abrían. En la recepción nos han dado un folleto en español —por llamarlo de alguna forma— con la información de las distintas salas que componen el museo. Me ha extrañado un poco, pero al rato he entendido el porqué.
El museo ártico de Tromsø no está mal, pero me ha parecido un poco anticuado. Sí tenía una sala de exposiciones temporales —al menos eso me ha parecido, aunque realmente no lo ponía en ningún sitio o no lo he visto— con un aire algo más moderno, pero el resto se veía que no había sido revisado en años o décadas; el museo es de finales de los años 70. En sí eso no es un problema, pero las técnicas actuales de comunicación permiten a los museos transmitir la información de una forma mucho más amena.
Hora de comer
![Bollo de canela](https://cosetas.es/wp-content/uploads/2024/12/Bollo-de-canela-1024x576.jpg)
Ayer, durante la visita guiada, Mauricio —el guía— nos comentó que una panadería que estaba cerca del Museo Polar estaba bastante bien. Echamos un vistazo y nos pareció una buena opción para comer hoy. La verdad es que ha estado bastante bien. Era un obrador donde, además de vender panes y bollos, vendía bocadillos y focacce. Este ha sido el cuarto o quinto sitio durante el viaje donde he comido mi bollo favorito: el bollo de canela.
La comida ha estado bien, pero, sobre todo, lo mejor ha sido el local en sí: decorado, como no, al estilo nórdico, sus grandes ventanales daban al puerto nevado donde veíamos como la noche iba venciendo al día.
Nos hemos quedado un rato evaluando la situación. En la oficina de turismo nos han dicho que mi idea de ir a Lyngseidet —una localidad a unos 80 km al este de Tromsø, casi a medio camino entre Tromsø y Finlandia— tal vez no era la mejor por la posibilidad de nevadas, que mejor sería ir de nuevo a Sommarøy. He estado las últimas semanas observando las webcams de Lyngseidet y he visto que en ese lugar ha habido auroras boreales prácticamente todos los días aun estando nublado: las nubes iban y venían y al final siempre había alguna ventana de cielo abierto por donde se veían auroras boreales. La observación de auroras boreales no es una ciencia exacta, pero esa era mi apuesta. Además, según las previsiones, en Sommarøy tampoco teníamos asegurados cielos despejados.
En busca de auroras boreales
![Ferri en Noruega](https://cosetas.es/wp-content/uploads/2024/12/Ferri-en-Noruega-1024x576.jpg)
Habíamos dejado recargando el coche en el aparcamiento público, pero al llegar nos hemos llevado una pequeña sorpresa: no estaba cargado al 80% —límite recomendado para mantener la batería con buena salud—. Esto nos ha cambiado un poco los planes, ya que, para llegar a nuestro punto de observación, necesitábamos coger un ferri que salía cada hora. Habíamos ajustado todo para coger un ferri en concreto, y si no llegábamos a tiempo tendríamos que estar una hora parados esperando al siguiente. También existía la opción de dar un rodeo que incrementaba el viaje en unos 50 km. Hemos decidido ir a recargar el coche al centro comercial de ayer —es una estación de recarga más rápida que la del estacionamiento público— y pillar el siguiente ferri.
El trayecto hasta el punto de observación era de apenas 80 km, pero con las carreteras nevadas, de noche y teniendo que coger el ferri, al final han sido casi dos horas de viaje. Además, para más inri, desde antes de llegar al ferri ha empezado a nevar.
Nunca había subido a bordo de un ferri con un coche. De nuevo podría haber elegido otra opción que no implicase enfrentarme a esta nueva situación desconocida, pero tenía ganas de ver cómo era el proceso. Como no podía ser de otra forma, el proceso ha sido de lo más sencillo. No tenía muy claro si era posible bajar del coche —el trayecto era de apenas 20 minutos—, pero resulta que sí. Por supuesto, he bajado y me he dado una vuelta por todo el barco. Para ser tan pequeño estaba muy bien. Tenía baños, mesas con asientos y hasta una pequeña cafetería. Eso sí, en el exterior, entre la nevada y el viento de la navegación, hacía un frescor que cortaba la respiración.
La espera
Hemos llegado a Lyngseidet bajo una generosa nevada, aunque también había ciertos claros en el cielo que permitían ver alguna que otra estrella, y de paso nos daban esperanza. Según las previsiones meteorológicas, sobre las seis de la tarde debía dejar de nevar, así que hemos hecho tiempo yendo a por algo de merienda y, como no, a recargar el coche mientras tanto.
Una cosa que veo un poco engorrosa de la recarga de los coches eléctricos es que hay muchas empresas suministradoras y cada una tiene su propia aplicación. Parece algo lógico, claro, pero estaría bien alguna aplicación —a lo mejor existe y no me he enterado— que las aglutinase a todas. Es verdad que en alguna estación de recarga he visto que dan la opción de pagar con tarjeta, pero de esa forma pierdes la gran ventaja de poder monitorizar desde tu móvil el proceso de recarga y saber cuándo ha terminado.
Ha dejado de nevar y hemos ido lo más cercano que podíamos de la webcam que he estado consultando compulsivamente en las últimas semanas. La suerte estaba echada.
Y se hizo la luz
![Aurora boreal en Lyngseidet](https://cosetas.es/wp-content/uploads/2024/12/Aurora-boreal-en-Lyngseidet-2-1024x768.jpg)
Todos hemos visto muchas imágenes y vídeos de las auroras boreales, pero yo al menos nunca había leído nada acerca de cómo se ven en realidad; al menos en la mayoría de los casos. Resulta que, a simple vista, lo más habitual es verlas blancas. Si el cielo no está totalmente despejado, hay nubes —sin llegar a estar nublado, claro— y hay algún foco de luz como la luna o una población cercana que ilumine las nubes, en un principio puedes llegar a confundir las auroras boreales con nubes.
Mientras estábamos esperando ha estado nevando durante un buen rato. Al final ha dejado de nevar y hemos visto como se iba despejando el cielo, aunque seguía habiendo nubes dispersas. Tras un buen rato, y sin señales de auroras boreales, nos hemos llegado a plantear la posibilidad de irnos, pero justo en ese momento, al más estilo peliculero, hemos visto algo que no parecía una nube.
Hemos salido del coche y hemos visto una especie de nube gigante y estrecha que cruzaba casi todo el cielo. Al hacerle una foto se ha hecho la luz: estábamos ante la primera aurora boreal de nuestra vida. Desde ese momento, y durante un buen rato, las auroras boreales han ido apareciendo y desapareciendo. Hacía tanto frío que ha habido momento que apenas acertaba a darle al disparador de la cámara.
El cielo se ha vuelto a encapotar, e incluso ha comenzado a nevar de nuevo. Ya no sentíamos las manos. Ha sido la señal para dar por concluida nuestra histórica sesión de avistamiento de auroras boreales.
Regreso a Tromsø
Debido a un pequeño fallo de cálculo, resulta que ya no había más ferris para volver por donde habíamos venido. En su día, cuando consulté los horarios, no vi que los sábados tienen un horario especial y el último ferri sale a las 20:30. La única forma de volver a Tromsø era dando el rodeo que habíamos evitado al principio de la tarde. Aunque el camino era más largo, casi se nos ha hecho corto. Poco a poco me he ido acostumbrando a conducir sobre la nieve, y hasta le he pillado el gusto.
Hemos llegado a Tromsø pasadas las diez de la noche bajo una agradable nevada. Sin duda, ha sido un día que recordaremos durante años.