Viaje a Argentina — Día 6

2 de noviembre de 2024. Hoy hemos aparcado temporalmente nuestra visita a Buenos Aires para ir a pasar el día en Colonia del Sacramento, una pequeña ciudad de Uruguay justo en frente de Buenos Aires.

Ayer por la tarde preguntamos en recepción si era posible desayunar un poco antes. El desayuno empieza a las 7:00, pero a esa hora teníamos que estar ya en la terminal de barcos. Cuando esta mañana hemos bajado, la persona de recepción se ha quedado “sorprendida” de decirle que nos habían dicho que le avisarían para tener el desayuno antes. Evidentemente, tenía menos ganas de trabajar que de subir andando el Everest; ahí estaba de cháchara con otra trabajadora del hotel que también debería haber estado trabajando.

La falta de ganas de trabajar del personal nos has salido caro. No solo hemos perdido un desayuno que teníamos pagado, sino que además nos hemos tenido que gastar más de 25 € en cuatro cafés, dos croissants y un trozo de bizcocho. Todo un robo, aquí y en España. Empieza a molestarme los precios de este país.

Barco por el Río de la Plata

El mal sabor de boca debido al asunto del desayuno se me ha quitado rápidamente cuando hemos embarcado. La visita a Colonia del Sacramento prometía mucho, pero cruzar el emblemático Río de la Plata en barco, sin duda, iba a ser algo especial.

El trayecto de Buenos Aires a Colonia del Sacramento ha durado algo más de una hora. No me he sentado en todo el rato. Entre visitar todo el barco por dentro —tienda, cafetería, distintas zonas de asientos, etc.— y por fuera —proa, popa, babor y estribor— el tiempo ha volado. Desde el aire el Río de la Plata se ve inmenso —porque lo es—, pero cuando estás navegando por él y solo ves agua a tu alrededor, es sencillamente espectacular.

Colonia del Sacramento

Nada más bajar del barco y pasar la aduana hemos salido de la terminal. Empezaba a llover. No todos los días pueden ser fiesta. Por suerte no era una lluvia especialmente fuerte.

Al salir del puerto hemos ido directamente a la oficina de turismo a ver qué nos recomendaban. El trabajador que estaba allí nos ha atendido de forma muy atenta. Diría que hasta le hemos caído bien. Nos ha comentado que a las 11:00 salía de allí mismo una visita guiada de pago. Por supuesto, nos hemos apuntado.

Aún quedaba una media hora para empezar la visita guiada, así que he aprovechado para dar una vuelta bajo la lluvia; con poncho, claro. No conocía nada de Colonia del Sacramento, pero con ese primer paseo ya me ha conquistado. ¡Qué centro histórico tan majo! Y eso que aún quedaba lo mejor: conocer su historia. De eso se ha encargado la guía.

Visita guiada

No hay nada mejor para que la lluvia pare que comprar un poncho de lluvia; también sirve paraguas o cualquier otro medio contra la lluvia. Justo antes de empezar la visita guiada llovía bastante, por lo que hemos comprado un par de ponchos extra; además de llover, hacía viento. Ha sido comprarlos y en cinco minutos ha dejado de llover. No ha vuelto a caer ni una sola gota en todo el día.

La visita guiada ha durado aproximadamente una hora y ha sido realmente interesante. De no saber nada de Colonia del Sacramento he salido sabiendo lo suficiente para, al menos, situarme históricamente.

Colonia del Sacramento es una simpática pequeña ciudad a orillas del Río de la Plata fundada por los portugueses que, sorpresa, acabó pasando a manos españolas; por supuesto, no fue un proceso pacífico. Actualmente, no queda nada de su pasado portugués —culturalmente hablando—, pero sí hay edificios y calles testigos de aquella época.

Comida y paseo

Nada más terminar la visita guiada hemos entrado a comer a un restaurante cercano. Antes de entrar ya sabíamos lo que queríamos para comer: chivito. Parece ser que es una comida típica de la zona. Consiste en una base de patatas fritas con jamón dulce, carne, queso y un huevo frito arriba. No estaba mal, pero sin más.

Al pagar por la mañana los ponchos me ha sorprendido que el precio cobrado no era el que nos habían dicho, era ligeramente inferior y con decimales. He pensado que habría escuchado mal, aunque lo de los decimales me chirriaba. Pues bien, a la hora de pagar la comida ha pasado lo mismo, pero esta vez la diferencia era bastante mayor. He mirado el ticket y he visto un descuento debido a una ley. He investigado —búsqueda en Google— y resulta que desde hace años hay una reducción del IVA en servicios relacionados con el turismo que se paguen con medios electrónicos. Es sorprendente como en estos países están luchando contra el pago en metálico para, según entiendo, luchar contra el fraude fiscal.

Ya con las fuerzas recuperadas hemos ido a dar una vuelta por el resto del centro histórico y el puerto náutico. ¡Qué maravilla de lugar! No me extraña que la gente pase sus vacaciones aquí. Pasear por el paseo fluvial es algo totalmente recomendable. Y más si la tarde, como ha sido el caso, acompaña.

La última parada de nuestro paseo ha sido el mercado de artesanía, un pequeño edificio con pequeños puestos de artesanía. Una de las artesanas nos ha contado que para poder vender allí no solo hace falta vender productos artesanos, sino que estos estén hechos en Colonia del Sacramento. Yo me he llevado, para variar, una pequeña taza.

Vuelta a Buenos Aires

Ya sin tiempo para más, hemos puesto rumbo a la terminal de barcos. Tras hacer los trámites de inmigración —en estos días en la frontera de Argentina es la única frontera en la que me han hecho alguna pregunta— y una pequeña espera, hemos embarcado.

El trayecto, de nuevo, ha sido una gozada. La idea era ir sentado, pero al final he estado casi todo el viaje de un lado para otro. La llegada a Buenos Aires me ha parecido espectacular.

Aunque la terminal de barcos estaba a casi 4 km del hotel, hemos decidido volver dando un agradable paseo por Puerto Madero. Sin lugar a dudas ha sido un acierto, a pesar de estar algo cansados. Puerto Madero es un barrio donde, por un lado, se han recuperado los antiguos edificios porteños para diferentes usos —muchos para restauración— y, por otro, están levantando inmensos edificios de apartamentos de hasta 50 plantas de altura.

Conforme nos íbamos acercando al hotel, la tarde iba muriendo hasta brindarnos una luz magnífica que, en combinación con los edificios modernos, los antiguos de ladrillo y el agua, ha sido todo un regalo para terminar el día.

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