28 de octubre de 2024. De nuevo frente a una puerta de embarque. Hoy ha comenzado uno de esos viajes que están llamados a ocupar un lugar especial en la historia personal de cada uno; lo que comúnmente llamamos vida. Hoy ha comenzado nuestro viaje de dos semanas por Argentina. De norte a sur. Historia, cultura y una naturaleza desbordante nos esperan.
Como no podía ser de otra manera, el viaje ha comenzado en el aeropuerto de El Prat. De hecho, técnicamente empezó ayer. Aparcamos el coche, facturamos el equipaje, pasamos el control de seguridad, la frontera y fuimos a la sala VIP Joan Miró a esperar nuestro vuelo. Allí hemos llegado hasta hoy.
Vuelo de Barcelona a Buenos Aires
Aunque compramos los billetes de avión en Iberia, el vuelo estaba operado por Level, cosa que no me gustaba desde el principio porque ya tuve mala experiencia el año pasado volando de San Francisco a Barcelona.
Level no ha defraudado y, efectivamente, he reafirmado mi opinión negativa: comida escasa y de mala calidad, servicios mínimos inexistentes aun siendo premiun economy —hemos tenido que pagar, por ejemplo, por la manta—, no solo no había baños en la parte trasera sino que en uno de los tres o cuatro que había era para uso exclusivo de la tripulación —cosa que creo que se la han sacado de la manga—, en al menos uno de los baños el grifo estaba fuera de servicio desde el principio, mi mesita estaba rota y había que comer con mucho cuidado, etc. Al menos un punto a favor ha sido el servicio de WiFi gratis para mensajería. Lo malo es que con mi mujer al lado no es que tenga mucha más gente a la que enviar mensajes.
Tras más de diez horas sin dar nada de comer, nos han servido un mediocre desayuno. Al poco rato hemos empezado el descenso al aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Buenos Aires.
Los caminos se dividen
La aproximación a EZE ha sido sencillamente espectacular. Hemos sobrevolado las desembocaduras de los ríos Paraná y Uruguay y el comienzo del Río de la Plata; además de tener una vista privilegiada de la ciudad de Buenos Aires. ¡Qué ilusión hace ver en vivo y en directo algo de lo que has estado leyendo en la preparación del viaje!
El desembarque, cruce de frontera y recogida de equipaje ha sido un proceso bastante rápido. Nada más salir he comprado un billete de autobús al aeroparque Jorge Newbery —también en Buenos Aires— para continuar, solo, mi viaje hacia Foz do Iguaçu (Brasil).
Esta primera parte de viaje es algo especial porque los primeros cuatro días voy a estar viajando solo para después volverme a reunir con mi mujer y sus padres. La razón es sencilla: ellos ya han estado donde yo voy a estar y van a aprovechar el tiempo para otros asuntos.
Ya cerca del aeroparque he recibido dos mensajes por WhatsApp que han puesto todo, al menos durante un rato, patas arriba: el conductor que venía a buscarme al aeropuerto de Cataratas no iba a venir porque decía que había huelga, y los de la excursión de dentro de dos días me han dicho que la cancelaban porque no se había creado grupo suficiente.
Aeroparque
Sin ningún imprevisto, después de algo más de una hora de trayecto, he llegado a AEP. ¡Qué aeropuerto tan curioso! Está en mitad de la ciudad, junto al Río de la Plata. Aunque es básicamente un aeropuerto doméstico —aunque también tiene salidas internacionales—, tiene mucho tráfico. Toda la terminal da a la pista de despegue y aterrizaje; ideal para un enamorado de la aviación.
El control de seguridad ha sido muy rápido y me he dirigido directamente al AMAE Lounge Aeroparque. Otra sorpresa más: había cola para entrar. He aprovechado ese rato para seguir solucionando el tema de las cancelaciones.
Aunque no me gusta nada la idea, realmente en este mundo casi todo tiene solución con dinero. Pagando un poco más haré la excursión en modo privado, y, ante el posible cierre de la frontera con Brasil por la supuesta huelga que ha dicho el conductor, he pensado que, de nuevo con dinero, si no puedo pasar a Brasil pillaré un hotel en Puerto de Iguazú (Argentina) y contrataré una excursión a las cataratas perdiendo todo lo pagado anteriormente. Dinero. Siempre todo acaba reduciéndose a dinero.
Volando a Cataratas
La espera se ha hecho hasta corta. Sin darme cuenta ya estaba embarcando rumbo a Cataratas.
El embarque ha sido directamente en pista —en remoto, según el argot de aviación—. Gracias a eso he podido ver unos cuantos despegues y aterrizajes a pocos metros de la pista. Una maravilla.
Parece que la suerte ha vuelto a cambiar de bando —siempre tengo la sensación de que la tengo muy cerca o casi encima, aunque ya sabemos que la suerte es un estado de ánimo—. El vuelo ha sido una delicia. Hemos despegado dirección sur, por lo que he visto aparecer el Río de la Plata nada más levantar el vuelo para posteriormente sobrevolar la desembocadura de los ríos Uruguay y Paraná. Estaba totalmente despejado, por lo que he tenido unas vistas impresionantes de la inmensa planicie —ni una sola montaña en lo que me alcanzaba la vista— que es Argentina en esa parte del país. Como guinda, nos han dado una bebida gratis.
Foz do Iguaçu
Si ya todo el vuelo ha sido un regalo, me quedo sin calificativos para describir el aterrizaje. Atardecer perfecto y pura naturaleza por todas partes.
Ya bajando del avión he intentado pillar un Uber, pero después de unos cuantos intentos ha sido imposible: no había conductores disponibles. Una vez más el dinero ha sido la solución: he contratado un taxi allí en el aeropuerto que me ha costado como la ida y la vuelta de lo que había pagado por el otro conductor; al menos me han devuelto el dinero.
El trayecto hasta el hotel en Foz do Iguaçu (Brasil) ha sido muy tranquilo. En la frontera no ha habido ningún problema y tampoco parecía que hubiera signos de ninguna huelga; da que pensar.
En algo menos de una hora he llegado al hotel. Tras más de 30 horas de viaje desde que salí de casa, he llegado al destino disfrutando como un niño del camino hasta aquí.