La ermita de San Miguel o de los Templarios data del siglo XII, pero se sabe muy poco sobre su historia. Este edificio, construido con sillares bien escuadrados y alineados, presenta una estructura sobria, con gruesos muros y una amplia nave rectangular dividida en dos tramos, terminada en un ábside semicircular. Aunque las bóvedas que culminaban la construcción no se conservan, aún se mantienen en pie parte de los muros y del ábside.
En la pared sur, se destaca una ventana doblemente abocinada con arcos de medio punto, con un acabado característico de grandes obras arquitectónicas. Fuera del templo, entre la vegetación, se encuentra una tumba antropomorfa.
Ruta a la ermita de San Miguel o de los Templarios
El camino para visitar esta ermita parte del casco urbano de Graus, Ribagorza (Huesca). Podemos tomar como punto de inicio la iglesia de San Miguel, aunque desde la calle principal, calle Barranco, tampoco habría mucha pérdida. Además, justo al lado del ascensor que lleva a la iglesia, encontramos una fuente de agua potable para poder llenar nuestras botellas antes de empezar a caminar; en la ruta no hay ningún otro punto de agua.
Desde que salimos de Graus hasta que llegamos a la ermita hay tres tramos bien diferenciados:
- Primer tramo. Subida constante con pendientes sostenidas en torno al 10%, es decir, si no estás en forma hay que tomárselo con calma, ir parando y disfrutar del paisaje. No hay sombras en ningún momento.
- Segundo tramo. Llegamos al bosque y las pendientes desaparecen, de hecho es una ligera bajada hasta el desvío a la ermita. Es un tramo muy agradable gracias a la sombra de los árboles.
- Tercer tramo. Abandonamos la senda principal —aún por el bosque— y nos desviamos a hacia la ermita; está perfectamente señalizado. Es un tramo muy corto, pero de subida fuerte constante; aún más fuerte que el primer tramo y con peor trazado.
En total son poco más de seis kilómetros, pero entre paradas y la visita a la ermita —al lado hay un banco donde puedes sentarte a comer algo—, tranquilamente puede llevarte más de dos horas. Los paisajes, sobre todo en el primer tramo —valles del Isábena y del Ésera con los Pirineos al fondo—, son espectaculares, así que no hay motivo para ir con prisas.