Marie Curie —nacida Marie Sklodowska— (Varsovia, 1867), fue una científica pionera en el campo de la radiactividad. Desde joven mostró un gran interés por las ciencias, pero tuvo que enfrentarse a numerosos obstáculos debido a las restricciones educativas para mujeres en Polonia. En 1891, se trasladó a París para estudiar en la Sorbona, donde destacó por su brillantez académica. Allí conoció a Pierre Curie, con quien compartió tanto una pasión por la investigación como la vida.
Marie y Pierre, descubrieron los elementos radiactivos polonio y radio, logrando importantes avances en el estudio de la radiactividad. En 1903, compartieron el Premio Nobel de física con Henri Becquerel, convirtiéndose en una de las primeras mujeres en recibir dicho reconocimiento. Tras la trágica muerte de Pierre en 1906, ella continuó con sus investigaciones, consiguiendo otro Premio Nobel en 1911, esta vez en química, por el descubrimiento del radio y el polonio.
Su trabajo sentó las bases para el desarrollo de la radioterapia como tratamiento contra el cáncer. Durante la Primera Guerra Mundial, organizó unidades móviles de rayos X, lo que permitió salvar miles de vidas en el campo de batalla. A lo largo de su vida, fue una defensora de la ciencia como herramienta para el bienestar de la humanidad. Su dedicación y logros la convirtieron en un símbolo del avance científico y del esfuerzo personal en la historia de la ciencia.
Visita al museo Curie de París
Situado en el distrito V de París, muy cerca del Panteón, encontramos el magnífico museo Curie. Se trata de un pequeño museo, pero que contiene verdaderas joyas. Por si fuera poco, además es gratuito.
Seas o no una persona de ciencias, seguro que habrás oído hablar de Marie Curie. También es probable que, sea lo que sea lo que hayas oído hablar sobre ella, casi seguro que se queda corto. La historia de Curie es doble: por un lado, tenemos una de las mentes más preclaras de los siglos XIX y XX y, por otro, un icono de la reivindicación de la mujer en la ciencia. No sabría decir cuál es más encomiable.
Visitar este museo es realmente una experiencia fascinante. Observar el lugar de trabajo de una persona que cambió el mundo —frase algo manida, lo sé, pero que en este caso se podría llegar a escribir con mayúsculas— te hace sentir, como mínimo, humilde.