¿Cómo empezar unas vacaciones de la mejor forma posible? Sencillo, con una bicicleta y unos míticos puertos de montaña del Tour de Francia en los Pirineos franceses.
Por fin llegaban los primeros días de vacaciones del año —propiamente dichos, sin contar los puentes festivos— y, por diferencias de calendario, tenía un par de días más de vacaciones que mi mujer. Pensé en varias opciones para aprovechar esos días y el mejor plan que se me ocurrió fue pillar un par de noches de hotel en Tarbes, y aprovechar para subir algún que otro puerto que tenía en la lista desde hacía tiempo.
Dos días de cicloturismo
Gracias al Tour de Francia he ido conociendo alguno de los puertos más míticos del Pirineo francés: Aubisque, Hautacam, Cauterets, Marie-Blanque, etc. Aprovechar los días de Tour para ir pedaleando hasta las llegadas en alto es una de las cosas que más me gusta hacer en ciclismo; son días especiales en los que los aficionados al ciclismo hacemos nuestras las carreteras.
Aunque ya he subido unos cuantos puertos en los Pirineos —en Francia, España y Andorra—, por suerte, siempre hay más. Para estos dos días de cicloturismo planeé subir tres: Aspin por Arreau, Peyresourde por Loudervielle y Tourmalet por Sainte-Marie-de-Campan. Este último ya lo había subido por Luz-Saint-Sauveur, pero quería hacerlo también por la otra vertiente y poder comparar; la eterna pregunta: ¿por dónde es más duro el Tourmalet?
Primer día: Aspin y Peyresourde
Al preparar la escapada ciclista no tenía muy claro si pillar dos o tres noches de hotel. La idea de pillar tres noches era para dormir el día de antes ya en Tarbes, salir en bicicleta directamente desde allí y, sobre todo, evitar hacer el check-in en el hotel sudado. Aun así, al final, como vivo a poco más de dos horas en coche de Arreau, punto de partida, pensé que lo mejor era madrugar —en realidad levantarme a la misma ahora de todos los días— y empezar directamente sin pasar por el hotel. Así lo hice.
Llegué a Arreau pasadas las 9:30. No sabía que era día de mercado —en Francia hay mercados todos los días por todas partes y se pone todo patas arriba— así que tuve que cambiar de planes y aparcar en otro sitio porque las calles del centro estaban cerradas. Tampoco supuso un gran problema. Mientras montaba la bicicleta y preparaba todo para la marcha, no paraba de pasar gente simpática con sus cestas de mimbre con la compra del día.
Col d’Aspin
Ya con todo preparado, puse en marcha el Garmin con la ruta y me dirigí al inicio del col d’Aspin. El comienzo del puerto está a la salida de Arreau —viniendo de Saint-Lary-Soulan— por lo que enseguida comienza la subida.
El col d’Aspin no es un puerto en el que te vayas a encontrar con pendientes imposibles, de hecho, rara es la rampa que pasa del 8-9%. Sí que se podría decir que es un puerto algo largo, casi 13 km, de ahí que se clasifique como un puerto de 1ª categoría. Es un puerto mítico del Tour no por su dureza, sino por la cantidad de veces que se ha pasado por él, ya que sirve como enlace entre otros puertos como el Tourmalet —valle de Campan— y el Peyresourde —valle de Louron—.
La subida es realmente bonita. En prácticamente todo momento puedes ir viendo como vas ganando altura sobre el valle de Aure e, incluso, ves como Arreau se va haciendo cada vez más pequeñito. Cuando llegas arriba del todo tienes una impresionante vista de buena parte del valle y, lo mejor, del puerto en sí serpenteando por la montaña.
La bajada es bastante rápida gracias a que apenas hay curvas cerradas y sí hay grandes rectas. Mi media de descenso fue bastante discreta porque, además de no ser un gran bajador, no pude —tampoco quise— evitar parar en un par de ocasiones a hacer fotos.
Col de Peyresourde
Nada más terminar la bajada del Aspin, atravesé Arreau —todavía con las calles cortadas por el mercado— y puse dirección al siguiente puerto: col de Peyresourde.
La idea era subir el puerto y bajar de nuevo a Arreau a comer; había traído comida para comer en el coche o en algún merendero. Esa era la idea, pero resulta que antes de empezar a subir el puerto ya era hora de comer —normalmente como en torno a las 12:00— y parece que el cuerpo lo sabía. Conforme llegaba a la altura de Avajan —donde ya empieza la subida seria, aunque realmente es todo subida desde Arreau— vi unos carteles que anunciaban un Carrefour montagne en Loudenvielle; como estaba a menos de 10 km decidí ir.
Cosas de la edad
Puede parecer que decidir parar a comer cuando se tiene hambre es una decisión trivial, pero me siento orgulloso de haberla tomado. Normalmente, no sé por qué, cuando voy en bici, parece como que el plan inicial estuviese escrito en piedra y no se pudiera cambiar. A veces, me cuesta mucho parar y entender que esto es tan solo una afición, que da igual tardar media hora más o media hora menos. En este caso, como la idea era hacer los dos puertos seguidos, me costaba bastante asumir la idea de parar en medio del esfuerzo porque no era el plan inicial. Supongo que será que uno va teniendo una cierta edad —experiencia— y es capaz de templar la cabeza, dar más peso a su parte racional que no a la impulsiva.
Parar en Loudenvielle, además de servirme para comer, beber —si no hubiera parado, hubiera hecho corto de agua— y descansar, me sirvió para descubrir un buen lugar donde ir a pasar unos días de descanso. Serendipia lo llaman. Según parece, Loudenvielle es una especie de “pueblo simpático de vacaciones” en mitad de las montañas con su lago como punto neurálgico.
Ascenso, descenso y vuelta a Arreau
De vuelta en la carretera, con unos horribles 34 °C según el ciclocomputador —es cierto que el sol le daba de lleno—, comencé la subida del puerto. Buena parte de la subida —hasta el desvío al altipuerto de Peyresourde-Balestas—, ya la había hecho hacía un par de años en una llegada en alto del Tour de Francia. Sé que la hice porque me lo dijo Strava y poco más. No sé por qué no me acordaba apenas del paisaje. Tras casi una hora de ascensión —este puerto también está clasificado de 1ª categoría— llegué al col de Peyresourde, que separa los departamentos de Hautes-Pyrénées y Haute Garonne.
Arriba del puerto me sorprendió encontrar una pequeña crepería. Lástima que, a pesar de haber subido el puerto, aún estaba bastante lleno de la comida en Loudenvielle y no entré, aunque realmente tenía bastante buena pinta y los precios, que ya no recuerdo exactamente, no me parecieron excesivos.
El descenso hasta Arreau, sobre todo la primera parte, es muy rápido gracias a las grandes rectas. Una vez pasado el desvío donde me había desviado al Carrefour, la carretera volvió a ser la misma por la que había ido y tras unos km volvía a entrar en Arreau, dando por terminada esta primera jornada de buen ciclismo.
Segundo día: col du Tourmalet
El día comenzó con una boira bien prieta y pichona. El plan del día era sencillo: subida al Tourmalet por Sainte-Marie-de-Campan desde Tarbes volviendo por Luz-Saint-Sauveur y Lourdes, es decir, una bonita ruta circular de casi 120 km con casi 2000 metros de desnivel.
Del día anterior había aprendido a disfrutar del cicloturismo sin prisas, así que, aunque me había llevado la mochila de ciclismo y comida para la ruta, decidí no cogerla y parar, en principio, en Luz-Saint-Sauveur para comer.
Camino al Tourmalet
El tramo desde Tarbes a Sainte-Marie-de-Campan, sobre todo los primeros km, fue un poco “tenso” debido al tráfico. En Francia, por suerte para los aficionados al ciclismo, hay una impresionante red de carreteras secundarias en perfectas condiciones, pero, para bien o para mal, esta red es altamente usada por los coches. Era día laborable y temprano por la mañana, por lo que había bastante tráfico. Si bien las carreteras secundarias francesas están mejor que muchas principales en España, no tienen arcén, por lo que la convivencia entre bicis y coches es algo incómoda, sobre todo para el ciclista.
Una vez fuera de la zona de influencia de Tarbes, el tráfico prácticamente desapareció y empecé a disfrutar a pesar de ir bastante mojado por culpa de la niebla. Se suponía que la niebla iba a levantar y que haría sol toda la mañana, así que tampoco me preocupaba mucho.
Justo al llegar a Sainte-Marie-de-Campan ya se empezaba a ver que la niebla se iba a levantar. Los paisajes eran impresionantes y no puede evitar parar a hacer alguna fotografía antes de llegar al pueblo. Al llegar a Sainte-Marie-de-Campan, comienzo del puerto, hice una rápida parada por dos motivos: comer tranquilamente algo de lo que llevaba y ver la plaza dedicada al Tour de Francia y al Tourmalet.
Ascenso al col du Tourmalet
Si preguntas a alguien por un puerto mítico del Tour de Francia, casi seguramente te dirá el Tourmalet. No es para menos. Fue uno de los primeros grandes colosos en formar parte de la ronda gala y, desde que se subiera por primera vez el 9 de julio de 1913 —sin asfaltar, por supuesto—, ha sido testigo de alguna de las mejores gestas ciclistas de la historia.
Hace menos de un año, en la Vuelta a España con final en alto en Tourmalet, subí este puerto desde Luz-Saint-Sauveur. Muchos dicen que es la vertiente más dura, pero, por si acaso, quería subir por esta otra vertiente para poder comparar yo mismo.
Después de haber subido desde Sainte-Marie-de-Campan, creo que sí que estoy de acuerdo con los que dicen que la subida desde Luz-Saint-Sauveur es más dura. Por esta vertiente no encontré grandes dificultades y subí relativamente cómodo, en cambio, desde Luz-Saint-Sauveur hubo más de un momento en que se me hizo eterno; y eso que en aquella ocasión la jornada había comenzado a pie de puerto y en esta ya llevaba la fatiga del día anterior y unos cuantos km desde Tarbes. A lo mejor es que ahora estaba más en forma. Podría ser.
Sea como fuere, lo que sí que me pareció más impresionante —si es posible— fueron los paisajes. Como no, tuve que hacer dos o tres paradas rápidas para hacer alguna foto del espectacular valle de Campan; intenté hacerlas en marcha, pero se me resultó imposible.
Cima, descenso y vuelta a Tarbes
La anterior vez que estuve en la cima del Tourmalet todo estaba patas arriba y lleno de gente porque era la línea de llegada de la 13ª etapa de la Vuelta a España 2013. En aquella ocasión vi que había un bar-restaurante, pero ni siquiera pude entrar. Esta vez fue diferente.
Después de disfrutar de la llegada y, por supuesto, de hacer alguna foto, entré en el bar. Curiosamente —modo irónico—, el agua del baño estaba cortada y, aun así, por si acaso, advertían que de haber tampoco estaba tratada; algo que se me antoja imposible, incluso ilegal, en Europa en un establecimiento abierto al público. Tampoco había botellas grandes de agua. Vaya, ¡qué casualidad! Total, pillé una Coca-Cola de lata por 3,5 €. Supongo que al final tampoco era un precio desorbitado, pero el hecho de ser Francia y no dar agua de grifo gratis me molestó. Aun así, disfruté de la terraza, del sol y del ambiente ciclista.
El descenso del col du Tourmalet por la vertiente de Luz-Saint-Sauveur es bastante rápido. Sí hay alguna que otra curva cerrada, pero, en general, hay grandes rectas que permiten pillar una buena velocidad. Y sí, también paré en alguna ocasión para hacer alguna foto; a ver quién se resiste a esos paisajes.
Nada más llegar a Luz-Saint-Sauveur fui a un Carrefour montagne e hice la misma jugada que el día anterior: compré comida y bebida, y me fui a comer al aire libre.
Desde Luz-Saint-Sauveur, a excepción de algún repecho —sobre todo por Lourdes—, es todo el rato una ligera bajada hasta Tarbes. Eso sí, hay unos 50 km de distancia que, aunque no sean exigentes, hay que cubrirlos pedaleando.