Este pasado sábado 13 de julio, asistí a la 14ª etapa del Tour de Francia 2024 con final en Pla d’Adet. Como es habitual en mis visitas al Tour, aproveché la jornada para disfrutar de mi deporte favorito e ir hasta el final de la etapa pedaleando.
En lo deportivo se esperaba que la etapa fuera una de las claves de esta edición de Tour y, desde luego, no defraudó. En lo personal, esperaba con ganas desde hace meses a que llegara este día; reservé el alojamiento el mismo día que salió el recorrido. Siempre es un placer asistir a un evento de esta magnitud y, además, poder ascender por las mismas carreteras —con todos los carteles y señalizaciones de carrera— que lo hacen las leyendas del ciclismo actual.
Día previo
Cuando asistes a una etapa del Tour, y más aún si es un final en alto, hay que tener en cuenta que vas a necesitar muchas más horas de las que dura la carrera en sí. Ya desde principio de mañana comienzan los cortes de tráfico para coches y este no se reanuda hasta que se ha terminado la evacuación de todo el “circo” de carrera. ¿En qué se traduce esto? Pues en que es más que recomendable reservar un alojamiento para la noche anterior y para la noche de la etapa si no quieres pasar horas encerrado en el coche esperando poder llegar o irte; salvo que vivas cerca, claro.
Este año hicimos una reserva en un alojamiento en Laborde, a unos 30 km del comienzo del puerto de Pla d’Adet. Por supuesto, había alojamientos más cercanos —y más caros—, pero así, entre ir, subir y volver, me salía un recorrido de unos 90 km para disfrutar de pedalear por las carreteras del departamento de Altos Pirineos.
Final de la etapa en pla d’Adet
El día amaneció incluso más frío de lo que habían anunciado las previsiones meteorológicas —unos 12 °C— y, además, con niebla algo pichona —como se dice en aragonés cuando la niebla precipita—. Menos mal que uno ya lleva unos cuantos años en esto y sabe que nunca está de más llevar ropa extra por si acaso. En esta ocasión ese “por si acaso” tuvo razón de ser. De hecho, excepto porque no llevaba guantes, llevé la misma ropa que llevé hace unas semanas en la Quebrantahuesos.
Camino al comienzo de puerto
Después de desayunar, vestirme, preparar el avituallamiento y montar la bicicleta, empecé a dar pedales en dirección este y luego directo al sur.
Nada más llegar a la rotonda donde se hacía el cambio de rumbo de este a sur, empezó el atasco de coches. Por suerte, en sentido contrario no había apenas tráfico, por lo que los que íbamos en bicicleta —a 20-25 km del puerto ya había más ciclistas que iban a ver la etapa como yo— podíamos ir adelantando sin problema.
En apenas hora y media llegué al comienzo del puerto de plan de d’Adet, donde ya era increíble la cantidad de gente que había.
Subida de pla d’Adet y espera
El puerto de pla d’Adet está clasificado como fuera de categoría, y no es para menos. Se trata de un puerto de 11 km con una pendiente media en torno al 8%, a lo largo del cual subes casi 900 metros. La primera mitad es, con diferencia, la parte más dura en cuanto a desnivel —casi no hay un metro en el que bajes del 10%—, aunque la segunda parte, por culpa del cansancio acumulado, se hace eterna a pesar de ser rampas que apenas llegan al 7%.
A lo largo de los 11 km de subida yo diría que no vi en ningún momento más de 20 metros sin que hubiera alguien ya esperando el paso de la carrera, y eso que aún quedaban más de cuatro o cinco horas para ello. Es increíble la pasión que levanta el Tour. Gracias a la cercanía con España, un gran porcentaje de las personas eran españolas y muchas de estas eran vascos.
El ambiente que hay en los puertos de final de etapa del Tour es espectacular. Aunque desde fuera pueda parecer que esperar cuatro o cinco horas a que pasen los ciclistas pueda ser algo pesado, la verdad es que se llega a hacer casi hasta corto. Siempre hay algo que hacer: ver pasar a otros aficionados, a los coches de organización y a de los equipos; comer y echar alguna cabezadita; intentar pillar algo en la caravana publicitaria —aunque este año me pareció más pequeña y con menos regalos que otros años—, etc.
Paso de la carrera
Se empezaron a escuchar las avionetas que retransmiten la señal de televisión, aparecieron los helicópteros, se incrementó el tráfico de coches de carrera, etc. ¡Los ciclistas estaban cerca! Es cierto que en esta ocasión había buena cobertura —en muchos puertos te quedas incomunicado— por lo que podíamos seguir la carrera en directo desde los móviles, así que los que estábamos en las cunetas sabíamos perfectamente donde estaba la carrera.
Hacía apenas un kilómetro que Pogaçar había atacado a Vingegaard y, cuando llegó a donde estaba yo, ya había abierto un hueco considerable —¡en apenas un km!—. Gracias a ese ataque pude ver a los ciclistas más importantes de esta edición desfilar ante mí de uno en uno. ¡Impresionante! He asistido ya a unas cuantas etapas de Tour y me sigue fascinando la velocidad con la que suben.
Desde que pasó Pogaçar hasta que pasó el último ciclista —Cavendish respaldado por varios miembros de su equipo luchando para no quedar fuera de control— pasó media hora. Parece mentira la diferencia que hay a nivel profesional entre ciclistas.
Atasco al final de la etapa
Después del espectáculo solo queda recoger las cosas e irse. Esto, en ocasiones como esta, llega a desesperar, aunque es entendible. Pla de D’Adet no tiene escapatoria, hay que bajar por donde se ha subido sí o sí.
Además, como los autobuses de los equipos sí que pudieron subir arriba del todo, fueron, como es normal, priorizados. Nadie pudo bajar antes que ellos. Cuando los autobuses de equipo no pueden subir hasta arriba —por falta de espacio normalmente—, los ciclistas profesionales bajan junto con los aficionados haciendo sonar unos silbatos que les proporciona la organización. Alguna vez lo he vivido y es increíble bajar con, por ejemplo, un triple campeón del mundo como es Peter Sagan. Bueno, bajar, lo que se dice bajar, tampoco, te adelantan en un segundo y ya no los vuelves a ver.
Al final, como todo en esta vida, con un poco de tiempo y paciencia, todo se soluciona y pude poner un buen ritmo hasta Laborde llevando a rueda unos cuantos que se unieron a mí en el recorrido; no quiso nadie dar ni un triste relevo, que le vamos a hacer.