Reseña de “Casa Es Neres”
Situada en el pequeño pueblo de Les, muy próximo a la frontera con Francia, «Casa Es Neres» se presenta como un alojamiento de gestión familiar.
El alojamiento en sí no está mal, pero bajo el paraguas de «gestión familiar» tiene varios puntos que dejan bastante que desear: falta de mantenimiento, la recepción y el desayuno lo han trasladado a un bar de su propiedad en otra calle, etc.
Mi estancia
Me alojé durante dos noches en una habitación doble en régimen de solo alojamiento. Existía la opción de desayuno, pero el precio era excesivo para un alojamiento de esta categoría —8 € por persona y día—, además de servirse en un bar a un par de minutos andando —un bar que además olía bastante raro—.
La habitación era bastante pequeña. Disponía de una cama de matrimonio —especialmente incómoda; me arriesgaría a decir que ese colchón ya pedía a gritos ser reemplazado—, dos mesitas, un pequeño sofá y un pequeño escritorio —sin silla y medio ocupado con una televisión—. Lo peor de la habitación, con diferencia, fue la insonorización; totalmente inexistente. Es difícil descansar bien oyendo cada palabra de los vecinos…
El baño no estaba mal aunque, como en el resto de la habitación, se notaba falta de mantenimiento: la taza del baño goteaba constantemente y la alcachofa de la ducha era un desastre: la mitad de los agujeros no funcionaban y los que sí echaban el agua donde querían. Las toallas o bien estaba muy desgastadas o bien era de mala calidad, pero a duras penas hacían su trabajo. Proporcionaban jabón de manos, gel y champú.
Existía una zona común con sofás, mesas con sillas, una televisión y alguna cosa más, pero sin calefacción; el termómetro, que estaba en lo que en su tiempo parece ser que fue la recepción, marcaba 18 °C. En esta zona había una cafetera, un microondas y una nevera de uso común.
La valoración general no es buena. Este alojamiento es un ejemplo más de la mal entendida gestión familiar: la falta de mantenimiento y de profesionalidad no puede justificarse mediante el sintagma mágico de «gestión familiar». Los clientes pagamos por unos servicios y esperamos recibirlos con la mejor calidad posible, independientemente de quién sea el gestor.
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