3 de mayo de 2024. Hoy tocaba excursión de más de 10 horas a Eslovenia. De nuevo otro país en el que nunca había estado y al que tenía muchas ganas de ir por la fama que tiene; sobre todo su capital: Liubliana. No ha decepcionado.
La excursión empezaba a las 8:30 y el punto de recogida era en el centro —en concreto en el característico meteorological post—, así que teníamos tiempo de sobra para desayunar con tranquilidad. Para no complicarnos, hemos desayunado en el mismo sitio de ayer; abrían a las 7:00 y estaba a cinco minutos andando del punto de encuentro.
Después de dar buena cuenta de un café y un par de piezas de bollería —cada uno— hemos ido al punto de encuentro.
Comienza la excursión
La excursión la hemos hecho con una empresa local, aunque esta no fue nuestra primera opción. Cuando diseñamos el viaje hicimos una reserva —con cancelación gratuita, por supuesto— para alquilar un coche nada más llegar al aeropuerto de Zagreb. El caso es que el alquiler del coche era muy barato —poco más de 50 € por todo los días—, pero al ir sumándole cosas —seguro a todo riesgo, aparcamiento, gasolina, peajes, etc.—, y teniendo en cuenta que solo nos interesaba para ir un día a Eslovenia e ir y volver al aeropuerto, al final era mejor idea ir en un grupo con guía y conductor y simplemente preocuparnos de disfrutar.
Han sido puntuales y a la hora acordada estaban esperándonos. Hemos tenido que esperar a que terminase de llegar el resto del grupo, pero apenas han sido unos minutos.
Nuestro conductor y guía se ha presentado —nos ha dicho que podíamos llamarle Dada o algo así, por si acaso nunca lo he llamado por su nombre— y nos ha comentado el plan del día: primero Liubliana, después el lago de Bled y, por último, el castillo de Bled. Teníamos más de 10 horas de excursión por delante.
Por cierto, como tantas otras veces, el idioma de la excursión ha sido el inglés. Había otra persona española, pero como nadie hemos hecho amago de presentarnos, no hemos hablado con ella.
Primera parada: Liubliana
Tras algo más de hora y media, hemos llegado a Liubliana. La verdad es que el trayecto se me ha pasado volando y no hubiera dicho que había sido tanto tiempo. El guía ha ido contando cosas casi todo el rato, tanto de Croacia —muchas ya las conocíamos— como de Eslovenia, por lo que ha sido un rato muy entretenido.
Al llegar a Liubliana nos ha dejado justo al lado del famoso puente de los Dragones y ha ido a aparcar. En seguida ha aparecido de nuevo y hemos comenzado la visita guiada a la ciudad.
Liubliana tiene una fama —bien merecida— de ciudad bonita. El casco histórico —y turístico— es realmente pequeño y se puede recorrer en poco tiempo —obviando museos—. Una de las mejores cosas que tiene es que el centro es totalmente peatonal, algo que se agradece bastante de cara al turismo. Además, dispone de una red de baños públicos gratuitos que están en bastante buen estado; tenían agua caliente y jabón, no se puede pedir más.
Una vez que hemos terminado la visita guiada hemos tenido dos horas libres. El guía nos ha recomendado comer algo porque en el resto de la excursión sería difícil encontrar algún sitio para hacerlo. Nos ha recomendado la comida típica de allí: salchichas y sopa de setas. Dicho y hecho.
Después de ir a la oficina de turismo para recoger algo más de información de la ciudad, hemos dado una pequeña vuelta —el tiempo no acompañaba, ha llovido durante toda la visita— y a comer. Eso sí, durante la vuelta, además de entrar a cotillear alguna que otra tienda, hemos entrado a una panadería obrador y hemos sido incapaces de salir de ahí sin comprar nada. Han caído un par de panes como dos soles.
Comida eslovena
Por casualidad hemos entrado en un restaurante que parece ser que es bastante famoso y, sobre todo, con bastante historia. La verdad es que estaba muy bien. Era tipo taberna medieval —por entendernos— pero genuina, no de esas que hacen hoy en día en cualquier sitio. Como eran poco más de las 12:00 el local estaba casi vacío y nos han atendido rápidamente. Conforme íbamos comiendo se ha llenado hasta la bandera.
No hemos ignorado la recomendación del guía y hemos probado una selección de salchicha, panceta y morcilla de la zona y, por supuesto, la sopa de setas. Bueno, y para empezar una tabla de quesos eslovenos. Todo espectacular. Mención aparte merece el pan de acompañamiento, estaba a otro nivel.
Bled
A la hora acordada hemos llegado al punto de recogida para continuar con la excursión. Hemos seguido dirección norte y en algo menos de una hora hemos llegado a Bled, ya muy cerca de la frontera con Austria.
Lago de Bled
Bled es una ciudad tremendamente famosa por su lago. Muchas personas de Eslovenia y de los países cercanos van a Bled de vacaciones; personas con dinero, eso sí. Hay toda una industria del entretenimiento montada alrededor del lago.
Una de las cosas más famosas, si no la más famosa, de Bled y su lago es su isla —única isla de todo el país—. Esta isla no está habitada y tan solo tiene una iglesia —iglesia de María, donde, parece ser, muchas personas se casan— y otro edificio con cafetería, tienda y museo. Y poco más. Lo mejor de la isla, sin duda, es su entorno a los pies de los Alpes julianos.
A pesar de lo anodino de la isla —belleza aparte—, es muy popular ir en barca tradicional de madera. Y precisamente eso es lo que hemos hecho.
Por el módico —ironía activada— precio de 18 euros, un buen hombre de avanzada edad —no sé cuando es la edad de jubilación en Eslovenia, pero creo que a ese hombre ya le toca— nos ha llevado a remo hasta la isla, nos ha esperado casi una hora y nos ha llevado de vuelta al embarcadero. La verdad es que es una experiencia bonita aunque muy de turista medio.
Por cierto, la conversación con el hombre sobre por qué no hay mujeres haciendo ese trabajo no ha tenido desperdicio. El resumen básico sería que es un oficio que se hereda de macho en macho y que las mujeres mejor haciendo tareas en casa. Es burdo hasta repetirlo…
Castillo de Bled
Ya en tierra firme hemos subido de nuevo a la furgoneta y hemos ido a la última parada del día: el castillo de Bled. Antes de entrar al castillo nos han dado una breve descripción de las distintas partes que lo componen y nos han dado casi una hora libre para visitarlo.
En las taquillas hemos sido testigos de un detalle bastante feo por parte del personal del castillo. Nosotros hemos solicitado entrada de estudiante —suponía un ahorro de 6 euros por entrada y no hemos tenido ningún problema— presentando nuestros carnets universitarios. Al verlo, la chica de al lado también lo ha solicitado, pero la taquillera no ha dudado en decirle: no, tendrías que haberlo dicho antes de pedir la entrada, ya es tarde. La chica se ha quedado con cara de tonta y ha tenido que pagar la tarifa completa.
La visita al castillo ha estado bastante bien. El castillo no es especialmente grande, pero tiene unas bonitas vistas de Bled y su lago —incluida su isla, claro—. Además, algo curioso es que tiene una réplica de la imprenta de Gutenberg funcionando. Puedes imprimir, previo pago, en papel hecho a mano.
Vuelta a Zagreb y cena
Con la visita al castillo concluida, hemos puesto rumbo a Zagreb. Estábamos a más de dos horas y media de camino.
Al principio ha habido alguna conversación interesante, pero al final hemos ido un buen rato en silencio. Al llegar a Zagreb nos hemos despedido y agradecido al guía por un día tan majo.
De vuelta al alojamiento hemos hecho dos paradas: la primera en un supermercado para comprar algo para cenar junto al pan que hemos comprado en Liubliana y, segundo, en una librería donde me he comprado un libro de croata para mi colección de idiomas.
Aprovechando que el alojamiento dispone de cocina de uso común, hemos cenado allí y ya directamente a la habitación a descansar y a dormir, que mañana, de nuevo, será un día exigente.