Un año más, el pasado miércoles 10 de enero comenzaron en Ruhpolding —en el estado federado de Baviera, Alemania— cinco días de competición de la copa del mundo de biatlón 2023/2024. Ruhpolding sigue siendo así una de las sedes de referencia de la copa del mundo, de hecho, es una de las sedes más antiguas desde que en 1979 fuera sede por primera vez.
Este año se han disputado un total de seis pruebas: relevos, sprint y persecución tanto femeninos como masculinos. En esta ocasión, estuvimos el último día de competición cuando se celebraron las dos pruebas de persecución.
Un día perfecto de biatlón en Ruhpolding 2024
La jornada empezó, como suele suceder en Alemania, en una estación de trenes. En concreto en la estación de trenes de Traunstein. Como es habitual en este tipo de eventos, el transporte público para llegar al estadio era gratuito. En esta ocasión íbamos a tener que pillar un tren hasta el pueblo de Ruhpolding y, una vez allí, el autobús lanzadera hasta el estadio.
Todo fue conforme a lo planificado y llegamos al estadio un par de horas antes del comienzo de la primera carrera —incluso nos dio tiempo a comprar algún bollo antes de pillar la lanzadera—.
Cabe resaltar la excelente organización del transporte que, como veríamos al finalizar el día, también se repitió a la hora de volver.
Espera: feria de patrocinadores, tiendas y café
Aunque habíamos llegado un par de horas antes, después de pasar el control de seguridad —no se permitía llevar botellas más grandes de un litro, bebidas alcohólicas, objetos arrojadizos, etc.—, casi se nos hizo corta la espera.
Había preparado una gran cantidad de puestos de patrocinadores donde, por lo general, después de participar en algún sencillo juego, te daban algún regalo: tiramos con un rifle de juguete, lanzamos botas a unas dianas, tiramos alguna que otra ruleta, etc. Aunque el «botín» no se podría decir que fuera de gran valor económico —un refresco, una braga para el cuello, un par de cintas para el pelo, un pin, patés, chocolates, muestras de geles y champús y un pin.—, sí lo fue emocional.
Aparte de los puestos de los patrocinadores, no podían faltar las típicas tiendas oficiales. La verdad es que los precios eran algo elevados —aunque no exagerados, teniendo en cuenta que estábamos en la región más cara de Alemania—, pero al final uno siempre acaba comprando algún recuerdo. Curiosamente, el mejor recuerdo que compré no fue en una tienda, sino en una especie de caseta de información donde vendían los últimos petos oficiales de competición que les habían sobrado. Aún estoy con la sonrisa en la boca.
Poco antes de empezar la primera carrera, fuimos a intentar recuperar algo de calor con un café. A poco se nos atraganta al ver que habían sido 5 € por un café de filtro, pero, como siempre en estos eventos, el precio tenía truco: estaban incluidos 2 € de fianza por el vaso. Total, que como estaba personalizado nos lo acabamos quedando. Otro gran recuerdo.
Comienza el espectáculo en Ruhpolding 2024
Entre unas cosas y otras, nos dieron casi las 12:30 y la carrera de persecución femenina ya empezaba. Teníamos entradas en la tribuna Sonnentribüne —literalmente tribuna del sol— y que, por suerte, hizo honor a su nombre y estuvimos bien a gusto al sol —cosa que se agradece cuando hay varios grados bajo cero— durante toda la carrera.
Ver las carreras en grada tiene cosas buenas y cosas malas. La principal ventaja que tiene es, sin duda, que nadie te quita el campo de visión —aunque es cierto que acabas siguiendo la carrera por las pantallas gigantes por mucho que veas el estadio y la zona de tiro—. Además, aunque los sitios no estaban numerados, sí que tienes garantizado un sitio. Por otra parte, lo malo de estar en grada es que pierdes la cercanía con los deportistas.
Para la segunda carrera —persecución masculina—, después de un descanso para comer, visitar de nuevo a los patrocinadores y tomar un café, y aunque seguíamos teniendo acceso de tribuna, decidimos probar a ver cómo se veía la carrera de pie desde el recorrido —la entrada de tribuna incluye ese acceso—. La verdad es que fue una buena experiencia. No ves el estadio en sí, pero sigues teniendo que seguir la carrera por las pantallas —o por la aplicación de la IBU—. A cambio, puedes “sentir” a los deportistas, ya que te pasan a escasos metros —me recordó mucho a las sensaciones que se tienen en el ciclismo—.
Finales de infarto y muy buen sabor de boca
El biatlón es sinónimo —y casi definición— de emoción. Es un deporte en el que puede cambiar todo en cualquier momento: un mal disparo, falta de fuerzas, etc. hacen que nada esté decidido hasta el final. En las dos carreras que vimos esto se elevó a la máxima potencia.
Tanto en la carrera femenina —sin una dominadora clara— como en la masculina —los noruegos están intratables—, los finales de carrera fueron de los de levantarte del sofá y ponerte a gritar a la televisión —en esta ocasión a la pantalla gigante—. De los que hacen historia.
Por una parte, en la carrera femenina, tuve el honor de presenciar la primera victoria de una gran deportista a la que sigo desde hace años: Lisa Vittozzi. Fue una victoria épica y tremendamente merecida. Por otra parte, en la carrera masculina, estar en Alemania y ver a los alemanes echar un pulso a los noruegos —aunque sin recompensa final—, no tiene precio.
Como en todo gran evento, al terminar nos quedamos con ganas de más y ya empezamos a pensar en cuál será nuestra siguiente cita con este gran deporte.