Tallin, con una población que no llega al medio millón de personas, es la actual capital de Estonia. Se encuentra al norte del país, a tan solo 80 kilómetros de Helsinki, aunque les separa el golfo de Finlandia.
En la historia de la ciudad encontramos distintos periodos —danés, alemán, sueco y ruso— que, sin duda, han forjado el carácter actual de la ciudad y del país. Actualmente, es una ciudad moderna que trata de desligarse por completo de su pasado soviético mirando a sus vecinos nórdicos.
Ya sea por ignorancia propia o por ideario popular, la verdad es que la visita a Tallin —como sucede en tantas ocasiones— me ha servido para romper con los prejuicios y descubrir un país digno de conocer.
Ciudad antigua de Tallin
Se podría decir que la visita a la ciudad no tiene pérdida, ya que “todo lo que hay que ver” se encuentra dentro de su ciudad antigua —vanalinn en estonio—.
La vanalinn está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997, y no es para menos: es una maravilla. Cuando uno recorre las calles de esta antigua ciudad medieval, lo primero que le llama la atención es lo grande que es y lo bien conservado que está todo. Además, al menos durante mi visita, apenas había tráfico, lo cual hace la visita mucho más agradable.
Dentro de la vanalinn se encuentran los principales puntos turísticos de la ciudad, además de multitud de restaurantes, cafeterías, museos, etc.
Ayuntamiento y plaza del ayuntamiento
La plaza del ayuntamiento es, sin duda, el corazón de la ciudad. Cuando visité Tallin estaba instalado en ella el mercadillo de Navidad y el ambiente no podía ser más agradable: pequeños puestos navideños, lucecitas, música y, lo mejor, todo estaba sobre un perfecto manto de nieve.
Como el propio nombre de la plaza indica, aquí también se encuentra uno de los principales puntos turísticos: el ayuntamiento. ¿Qué tiene de especial el ayuntamiento? Pues principalmente que se trata de un edificio de la baja edad media construido entre 1402 y 1404 y es el único ayuntamiento de estilo gótico en el norte de Europa. Casi nada.
Como curiosidad sobre el ayuntamiento, en lo alto de la aguja de la torre se encuentra Old Thomas —Vana Toomas en estonio—, protagonista de una curiosa historia medieval en la cual Thomas, por resumir mucho, desafió a los nobles y acabó siendo protector eterno de la ciudad —puedes leer más sobre su historia aquí—.
Castillo de Toompea
Registrado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997, el Castillo de Toompea tiene un origen indeterminado, aunque se estima que puede ser una construcción del siglo X.
Actualmente, es un edificio bastante curioso debido a su historia: cuando en 1710 el Imperio ruso ganó la ciudad al Imperio sueco, el castillo se transformó en palacio y, en 1918, cuando Estonia declaró su independencia, construyeron allí su parlamento. Como resultado, ha quedado un edificio que si se ve desde el oeste parece un castillo medieval y, si se ve desde el este, parece un palacio ruso.
Si uno entra en los jardines de Kuberneri —al sur del castillo—, puede apreciar esta doble cara tan curiosa.
Catedrales de Santa María y de Alejandro Nevski
Un ejemplo más de las distintas épocas en la historia estonia, son sus dos catedrales: por un lado, encontramos la catedral de Santa María —periodo danés— y, por otro, encontramos la catedral de Alejandro Nevski —periodo ruso—.
Ambas catedrales son totalmente distintas, tanto en estilo como en mitología: la catedral de Santa María actualmente es evangélica luterana —originalmente cristiana, pasó a ser luterana en 1561— y la de Alejandro Nevski es ortodoxa —como ha sido desde su origen—.
Hablando en términos turísticos, y desde un punto de vista europeo occidental, la catedral que más llama la atención —de hecho es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997— es, sin lugar a dudas, la de Alejandro Nevski.
El acceso a la catedral de Alejandro Nevski es gratuito, aunque, por respeto, hay que seguir unas mínimas normas de indumentaria: los hombres no pueden entrar con la cabeza tapada y, por el contrario, las mujeres deben entrar con la cabeza tapada. Tampoco se pueden hacer fotografías en su interior. El interior de la catedral hace que merezca la pena entrar aunque, para mi gusto, lo más espectacular —por poco común en mi país— es el exterior.
Pasaje de Katariina
El pasaje de Katariina —Katariina käik en estonio— es un simpático pasaje medieval peatonal en la ciudad antigua de Tallin. Va desde los edificios 12 y 14 de la calle Vene, hasta el edificio 35 de la calle Müürivahe Tänav —junto a la muralla—.
A lo largo del pasaje, hay varias tiendas de artesanos —tejido, cuero, etc.— que venden productos de muy buena calidad mientras ves como trabajan. Lo más curioso de estas tiendas, es que algunas de ellas están conectadas entre si y puedes ir pasando entre ella sin salir a la calle —algo que se agradece especialmente en invierno—.
En este pasaje también encontrarás la Iglesia de Santa Catalina, que era la iglesia del monasterio medieval de Santa Catalina —fundado y construido en 1246 por la orden dominicana—.
Puerta de Viru
La puerta Viru era una estructura de defensa de la muralla de la ciudad antigua de Tallin, construida en el siglo XIV. Actualmente, se conservan dos torres de vigilancia que erróneamente se consideran restos de la puerta —derribada durante la expansión de la ciudad en el siglo XIX—.
Desde aquí empieza una de las calles más populares de la ciudad: la calle Viru. La calle Viru nos lleva directamente al centro de la ciudad, dejándonos justo al lado de la plaza del ayuntamiento. Es una calle bastante comercial donde encontrarás tiendas de recuerdos y productos típicos estonios, además de varios restaurantes.