4 de diciembre de 2023. Primer día en Tallin. Como era de esperar, hemos descansado como benditos. Hay que reconocer que el hotel en el que estamos no solo es muy agradable y céntrico, sino que también es muy cómodo.
Como decía ayer, uno de los inconvenientes de viajar al norte de Europa en diciembre son las horas de luz: hoy ha amanecido a las 8:56 —a -7 °C y nevando— y se esperaban poco más de 6 horas de luz. Pero ya sabes, todo depende del prisma con el que se miren las cosas. Que amanezca tan tarde también ayuda a bajar el ritmo y a disfrutar de otras cosas —como estar escribiendo o leyendo en la cama de una habitación de hotel, calentito y con todo el exterior nevado mientras uno espera a que se haga de día—.
Camino al desayuno
Ya despiertos y aseados nos hemos echado —nevando— a la calle. La verdad es que es cierto eso que dicen: el mal tiempo no existe, solo existe el mal abrigo.
La primera parada ha sido para desayunar en un local donde, según las críticas en Google Maps, hacían unos bollos de canela espectaculares. Acierto total. Además, el café también era de los buenos de verdad y el local no podía ser más simpático, era de esos que tienen el obrador abierto y ves cómo hacen todo. Espectacular.
El lugar donde estaba el local también era bastante curioso: a apenas 10 minutos andando del centro de Tallin, era un antiguo complejo industrial reconvertido en una especie de centro comercial al aire libre donde las tiendas estaban en antiguos edificios de fábricas.
Primer paseo por Tallin
Una vez desayunados hemos empezado el primer paseo por las calles de Tallin. Aunque ya nos habíamos documentado sobre los principales atractivos turísticos de la ciudad, lo primero que hemos hecho es acercarnos a la oficina de turismo para ver si nos recomendaban algo.
Parece ser que el hombre de la oficina de turismo estaba de lunes y no tenía muchas ganas de conversar. Nos ha rayujeado un poco el típico mapa turístico y listo.
Durante un buen rato hemos ido caminando de punto en punto: plaza del ayuntamiento, iglesia de Espíritu Santo, iglesia de San Olav, etc. De vez en cuando también hemos ido parando y entrando en alguna tienda de productos estonios —quien crea que Estonia es barato, que se lo vaya quitando de la cabeza— para ver si había algo que mereciera la pena y para entrar en calor.
Cuando ya ha empezado a meterse el frío en el cuerpo hemos hecho un alto en el camino para tomar un café y un pastelito. Lo hemos reconfirmado: Estonia, o al menos Tallin, es un país caro a niveles casi de cualquier país nórdico —quieren entrar en ese club y parece ser que han empezado con los precios—.
Recuperadas fuerzas y, sobre todo el calor, hemos dado un pequeño rodeo hasta el local donde hemos comido.
Recorrido en grupo
Como en casi todas las ciudades de cierto tamaño, en Tallin también existen recorridos a pie en los que no hay precio fijo, sino que se basan en las propinas. Los comúnmente llamados free tours. Pues bien, hemos hecho uno.
Era un recorrido de dos horas —en inglés— en las cuales solo ha dejado de nevar en los dos o tres primeros minutos. Éramos un grupo de algo más de veinte personas de varios países: Grecia, Reino Unido, Países Bajos, Estados Unidos, etc. Ha estado bastante bien, aunque al final el frío se apoderaba de nosotros.
El recorrido ha terminado en la plaza del ayuntamiento y, ¿a qué no lo adivinas? Sí, hemos ido a por un café y un trozo de tarta en una cafetería que estaba en una especie de bodega. Un sitio curioso, aunque tampoco pasaría nada si gastasen una peseta más en calefacción.
Después, antes de ir a cenar, hemos visitado un par de librerías pero sin mucho éxito. Había pocos libros que no estuvieran en estonio y no he encontrado ningún manual para aprender lo básico del idioma.
Cena en el mercadillo navideño
Otra de las ventajas de viajar por Europa en diciembre son los mercadillos navideños.
En los mercadillos navideños, aparte de vender objetos relacionados con la Navidad, siempre suele haber varios puestos de comida caliente: salchichas, hamburguesas, carnes varias, etc. Por supuesto, en el mercadillo de Tallin también había. Esta mañana, cuando lo hemos visto, ya hemos decidido cenar allí.
Cenar en los mercadillos navideños siempre es agradable, pero si además se hace de noche, con lucecitas por todas partes, con las casitas de madera nevadas —de verdad, no como hacen en algunos sitios en España que la simulan, ¡qué necesidad de hacer eso!—, etc. aún es más acogedor.
Ya cenados, y aunque apenas eran las siete de la tarde, hemos vuelto al hotel paseando bajo la nieve para descansar que mañana también será un día intenso por Helsinki.