20 de septiembre de 2023. Hemos comenzado el día donde lo terminamos ayer, en la terminal 3 del aeropuerto de Singapur pero, por fin, ya nos poníamos en marcha. Después de cuatro horas y media de espera, cuando quedaba apenas una hora y media, hemos ido hacia la puerta de embarque.
Nueva curiosidad. Ayer, antes de pasar el control de pasaportes —llámalo frontera— pasamos un ridículo control de seguridad en el que solo pasamos la mochila por un escaner. Ni arco de seguridad ni nada, vamos, que podías pasar tu cinturón de explosivos como un campeón.
Yo estaba mosqueado porque me parecía muy inseguro. Al llegar a la puerta de embarque lo he entendido todo. Había un control con su escaner, su arco, su escaner corporal y toda la pesca para acceder a la puerta de embarque. Si te paras a pensar, es un sistema muy óptimo: al hacer el control de seguridad en pequeños grupos directamente en la puerta de embarque, evitas las aglomeraciones que se producen a veces en los controles generales.
Ahora sí, una vez pasado el control de seguridad y mi mosqueo calmado, en cuestión de unos minutos hemos empezado a embarcar. El vuelo TR2 de Scoot —nueva compañía para mí— nos iba a llevar, en poco menos de siete horas, a Sídney.
Llegamos a Sídney
En el avión nos han dado la típica tarjeta de inmigración que hay que rellenar al llegar a determinados países —además ya habíamos rellenado el eVisitor necesario parar entrar a Australia—.
Tras 6h 54′ de vuelo, hemos aterrizado en el aeropuerto internacional de Sídney, Australia.
Antes de bajar del avión, y hasta que sales del aeropuerto, te recuerdan una y otra vez las cosas prohibidas que no puedes entrar al país bajo ningún concepto —tuvimos que abandonar en el avión una manzana que se nos había olvidado comer—.
El control de pasaportes —con pasaporte español no hace falta visado— ha sido sencillo aunque, de nuevo, otra frontera en la que no ponen sello en el pasaporte. Para los nostálgicos como yo, esto supone un verdadero trauma nada más llegar.
Para ir del aeropuerto al alojamiento hemos hecho otra vez una combinación de tren + Uber. La habitación no estaba lista a nuestra llegada —hemos llegado dos horas antes— así que hemos dejado las maletas y nos hemos ido a comer.
De nuevo, una vez más, otro país en el que vienes preparado a recibir sabladas en la hostelería y, al final, te das cuenta que hay una increíble relación calidad-precio. Hemos comido en un local súper bien decorado, limpio, con fuente de agua para servirte la que quieras y comida estupenda por algo menos de 18 € dos personas. Además, aquí los profesionales que te atienden sí están bien pagados y se respetan sus derechos.
Después de comer hemos ido al alojamiento, nos han dado las llaves —bueno, tarjetas— y nos hemos echado una más que merecida siesta.
Primer paseo por Sídney
Ya descansados y medio frescos, hemos pillado un autobús al centro. Como pasaba en Singapur, el transporte público se puede pagar directamente con el móvil —o tarjeta bancaria— dentro del vehículo.
Por suerte he visitado muchas ciudades y sus iconos más famosos, pero no recuerdo ninguna vez que se me hayan puesto los pelos de punta al ver el puente de la bahía de Sídney y su ópera. Son simplemente magestuosos.
Hemos llegado justo al atardecer —aún no eran ni las seis de la tarde pero hay que tener en cuenta que justo hoy, al mediodía, hemos pasado de invierno a primavera—. Hemos tomado las primeras fotos y hemos dado una muy agradable vuelta rodeando la ópera.
Ya con la noche bien echada hemos regresado al alojamiento a cenar y dormir que mañana toca la primera excursión por Australia.